Rogier van der Weyden: Tríptico de los Siete Sacramentos
El Jueves es el día tradicionalmente dedicado a recordar a los sagrados ministros de Dios al haber Nuestro Señor Jesucristo instituido el Jueves Santo el Sacerdocio juntamente con la Eucaristía. Práctica particularmente laudable es la de los Primeros Jueves de Mes, en el que se hacen especiales ejercicios de piedad para pedir por los sacerdotes y religiosos, así como por las vocaciones para que el Señor envíe operarios a su mies y extiendan su Reino en el mundo entero (por lo que también se elevan preces especialmente por los misioneros católicos).
El Sacerdocio está en función de la Misa y ésta, que es el sacrificio eucarístico, es el culmen de la vida espiritual del cristiano. De la Eucaristía dimana la eficacia de todos los demás sacramentos, por lo cual se la llama “magnum mysterium” o “mysterium fidei”, es decir, el gran sacramento, el sacramento o misterio de la Fe. El Sacerdocio, pues, es clave en la Iglesia. Los sacerdotes quiere San Pablo que sean considerados como: “ministros Christi et dispensatores mysteriorum Dei”. El sacerdote católico es, en razón de ello, sacrificador y santificador: ofrece la Santa Misa como sacrificio propiciatorio por vivos y difuntos y administra los Sacramentos, que son los medios ordinarios y seguros de la salvación.
El sacerdote tiene la gracia unitiva, que es la particular del sacramento del orden. Éste imprime en él un carácter indeleble y lo configura con Jesucristo para que actúe en su nombre y persona. Cuando el sacerdote ofrece su misa es Cristo quien ofrece; cuando absuelve de los pecados en el tribunal de la penitencia, es Cristo el que perdona. Ese carácter sacramental y esa configuración con Jesucristo hacen que el sacerdote no sea “un hombre como todos los demás”, sino que tenga un plus ontológico que lo distingue del resto de los hombres. Tras recibir la ordenación presbiteral, el nuevo sacerdote ya no es simplemente hombre, sino que es hombre-sacerdote.
De aquí se deduce que el sacerdocio ministerial es esencialmente distinto del sacerdocio común de todos los bautizados. No es una diferencia de grado, sino cualitativa y substancial. Y, como el sacerdote ordenado tiene un carácter indeleble que lo hace ontológicamente hombre-sacerdote, su ministerio implica una forma y estado de vida y no un ejercicio transitorio. No se puede ser, como hoy en día se pretende, una suerte de “sacerdote a tiempo parcial”, un simple funcionario de lo sagrado sujeto a nómina y a horarios. El sacerdote lo es las veinticuatro horas de cada día de su existencia aunque no se encuentre ejerciendo su sacerdocio. Y seguirá siendo sacerdote por toda la eternidad, ya sea que se salve o que tenga la desgracia de condenarse.
Sin los sacerdotes estaríamos desamparados espiritualmente. No tendríamos la misa ni los sacramentos, es decir que no dispondríamos de los medios ordinarios para salvarnos. La vida católica no podría desarrollarse normalmente sin ellos. Allí donde han faltado o faltan por diversas circunstancias (por falta de clero, por persecución, por abandono) los fieles sufren y languidecen espiritualmente, aunque ciertamente Dios no abandona a sus hijos. Por eso es tan importante rezar por las vocaciones y por la santificación y perseverancia del clero. Para que haya muchos sacerdotes que santifiquen al pueblo de Dios y lleven las almas al cielo. La santidad no es indispensable para que el sacerdote católico ejerza eficazmente su ministerio, ¡afortunadamente! Nuestra salvación no depende de la bondad o maldad de los sacerdotes, que no son sino los instrumentos a través de los cuales Jesucristo actúa: ya darán cuenta a Dios de su vida personal. Pero qué duda cabe que un sacerdote santo edifica, consuela y llama a la santidad.
El quinto precepto general de la Santa Madre Iglesia manda “contribuir al sostenimiento de la Iglesia de Dios” (antiguamente se decía “pagar los diezmos y las primicias”, que viene a ser lo mismo). Quiere decir que los fieles tenemos el deber de mantener el culto católico y a sus ministros, que es por quienes nos viene la gracia. Es natural, pues como dice San Pablo: “tiene el operario derecho a su salario” y los sacerdotes son los operarios de la viña del Señor. También dice el Apóstol de las Gentes que “quien sirve el altar que viva del altar”, por lo cual los sacerdotes, que son los ministros del altar tienen el derecho a vivir de él, del cual, por cierto, nos beneficiamos todos.
Ahora bien, contribuir al sostenimiento de la Iglesia se hace de dos maneras: material y espiritualmente. Se contribuye materialmente aportando dinero, bienes y trabajo en la medida de las posibilidades reales de cada quien. Debemos considerar siempre si en conciencia hacemos todo lo que podemos. Muchas veces no somos generosos con la Iglesia mientras somos capaces de gastarnos dinerales en caprichos, vicios o cosas superfluas. Tengamos siempre en cuenta que, como pasa con nosotros, los sacerdotes no viven del aire y que tienen necesidad de nuestra asistencia material. A cambio ellos nos dan los medios de salvación. Realmente, salimos ganando siempre porque los fieles les damos bienes perecederos, mientras ellos nos dan la posibilidad de ganar el bien duradero de la vida eterna.
Pero también espiritualmente podemos sostener a la Iglesia y a sus ministros: encargando misas, ofreciendo nuestras oraciones y difundiendo propaganda a favor de las vocaciones. En esta categoría de limosna entra la práctica de los Primeros Jueves de mes, en los cuales invertimos una pequeña parte de nuestro tiempo para orar por los sacerdotes, religiosos, vocaciones y misiones, es decir, para mantener vivo el organismo de nuestra religión. Acostumbrémonos a santificar los Jueves Sacerdotales ofreciendo en ellos nuestras preces y nuestros pensamientos, participando de las funciones que se organizan en las parroquias o desde casa si no podemos estar en ellas presentes. Es la mejor manera de preparar el Primer Viernes, consagrado al corazón Divino según el cual queremos que sean nuestros sacerdotes. También para preparar el Primer Sábado en honor del Corazón inmaculado de María, modelo de almas consagradas.
Ofrecemos unas cuantas sugerencias sobre el modo práctico de hacer el Jueves Sacerdotal:
1. Exposición del Santísimo Sacramento
2. Rosario meditado
3. Preces por los Sacerdotes, religiosos y religiosas
4. Preces para pedir vocaciones
5. Preces por las misiones
6. Reserva y bendición con el Santísimo Sacramento.
7. Misa votiva de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote.
Oración del Venerable Pío XII por los sacerdotes
Preces litánicas por los sacerdotes
Oración por los misioneros
Missa de D. N. Iesu Christo summo et aeterno Sacerdote
(Ps. 109, 4) Juravit Dominus, et non paenitebit eum: Tu es sacerdos in aeternum secundum ordinem Melchisedech. (T. P. Alleluia, alleluia). (Ps. ibid., 1) Dixit Dominus Domino meo: Sede a dextris meis. V. Gloria Patri.
El Jueves es el día tradicionalmente dedicado a recordar a los sagrados ministros de Dios al haber Nuestro Señor Jesucristo instituido el Jueves Santo el Sacerdocio juntamente con la Eucaristía. Práctica particularmente laudable es la de los Primeros Jueves de Mes, en el que se hacen especiales ejercicios de piedad para pedir por los sacerdotes y religiosos, así como por las vocaciones para que el Señor envíe operarios a su mies y extiendan su Reino en el mundo entero (por lo que también se elevan preces especialmente por los misioneros católicos).
El Sacerdocio está en función de la Misa y ésta, que es el sacrificio eucarístico, es el culmen de la vida espiritual del cristiano. De la Eucaristía dimana la eficacia de todos los demás sacramentos, por lo cual se la llama “magnum mysterium” o “mysterium fidei”, es decir, el gran sacramento, el sacramento o misterio de la Fe. El Sacerdocio, pues, es clave en la Iglesia. Los sacerdotes quiere San Pablo que sean considerados como: “ministros Christi et dispensatores mysteriorum Dei”. El sacerdote católico es, en razón de ello, sacrificador y santificador: ofrece la Santa Misa como sacrificio propiciatorio por vivos y difuntos y administra los Sacramentos, que son los medios ordinarios y seguros de la salvación.
El sacerdote tiene la gracia unitiva, que es la particular del sacramento del orden. Éste imprime en él un carácter indeleble y lo configura con Jesucristo para que actúe en su nombre y persona. Cuando el sacerdote ofrece su misa es Cristo quien ofrece; cuando absuelve de los pecados en el tribunal de la penitencia, es Cristo el que perdona. Ese carácter sacramental y esa configuración con Jesucristo hacen que el sacerdote no sea “un hombre como todos los demás”, sino que tenga un plus ontológico que lo distingue del resto de los hombres. Tras recibir la ordenación presbiteral, el nuevo sacerdote ya no es simplemente hombre, sino que es hombre-sacerdote.
De aquí se deduce que el sacerdocio ministerial es esencialmente distinto del sacerdocio común de todos los bautizados. No es una diferencia de grado, sino cualitativa y substancial. Y, como el sacerdote ordenado tiene un carácter indeleble que lo hace ontológicamente hombre-sacerdote, su ministerio implica una forma y estado de vida y no un ejercicio transitorio. No se puede ser, como hoy en día se pretende, una suerte de “sacerdote a tiempo parcial”, un simple funcionario de lo sagrado sujeto a nómina y a horarios. El sacerdote lo es las veinticuatro horas de cada día de su existencia aunque no se encuentre ejerciendo su sacerdocio. Y seguirá siendo sacerdote por toda la eternidad, ya sea que se salve o que tenga la desgracia de condenarse.
Sin los sacerdotes estaríamos desamparados espiritualmente. No tendríamos la misa ni los sacramentos, es decir que no dispondríamos de los medios ordinarios para salvarnos. La vida católica no podría desarrollarse normalmente sin ellos. Allí donde han faltado o faltan por diversas circunstancias (por falta de clero, por persecución, por abandono) los fieles sufren y languidecen espiritualmente, aunque ciertamente Dios no abandona a sus hijos. Por eso es tan importante rezar por las vocaciones y por la santificación y perseverancia del clero. Para que haya muchos sacerdotes que santifiquen al pueblo de Dios y lleven las almas al cielo. La santidad no es indispensable para que el sacerdote católico ejerza eficazmente su ministerio, ¡afortunadamente! Nuestra salvación no depende de la bondad o maldad de los sacerdotes, que no son sino los instrumentos a través de los cuales Jesucristo actúa: ya darán cuenta a Dios de su vida personal. Pero qué duda cabe que un sacerdote santo edifica, consuela y llama a la santidad.
El quinto precepto general de la Santa Madre Iglesia manda “contribuir al sostenimiento de la Iglesia de Dios” (antiguamente se decía “pagar los diezmos y las primicias”, que viene a ser lo mismo). Quiere decir que los fieles tenemos el deber de mantener el culto católico y a sus ministros, que es por quienes nos viene la gracia. Es natural, pues como dice San Pablo: “tiene el operario derecho a su salario” y los sacerdotes son los operarios de la viña del Señor. También dice el Apóstol de las Gentes que “quien sirve el altar que viva del altar”, por lo cual los sacerdotes, que son los ministros del altar tienen el derecho a vivir de él, del cual, por cierto, nos beneficiamos todos.
Ahora bien, contribuir al sostenimiento de la Iglesia se hace de dos maneras: material y espiritualmente. Se contribuye materialmente aportando dinero, bienes y trabajo en la medida de las posibilidades reales de cada quien. Debemos considerar siempre si en conciencia hacemos todo lo que podemos. Muchas veces no somos generosos con la Iglesia mientras somos capaces de gastarnos dinerales en caprichos, vicios o cosas superfluas. Tengamos siempre en cuenta que, como pasa con nosotros, los sacerdotes no viven del aire y que tienen necesidad de nuestra asistencia material. A cambio ellos nos dan los medios de salvación. Realmente, salimos ganando siempre porque los fieles les damos bienes perecederos, mientras ellos nos dan la posibilidad de ganar el bien duradero de la vida eterna.
Pero también espiritualmente podemos sostener a la Iglesia y a sus ministros: encargando misas, ofreciendo nuestras oraciones y difundiendo propaganda a favor de las vocaciones. En esta categoría de limosna entra la práctica de los Primeros Jueves de mes, en los cuales invertimos una pequeña parte de nuestro tiempo para orar por los sacerdotes, religiosos, vocaciones y misiones, es decir, para mantener vivo el organismo de nuestra religión. Acostumbrémonos a santificar los Jueves Sacerdotales ofreciendo en ellos nuestras preces y nuestros pensamientos, participando de las funciones que se organizan en las parroquias o desde casa si no podemos estar en ellas presentes. Es la mejor manera de preparar el Primer Viernes, consagrado al corazón Divino según el cual queremos que sean nuestros sacerdotes. También para preparar el Primer Sábado en honor del Corazón inmaculado de María, modelo de almas consagradas.
Ofrecemos unas cuantas sugerencias sobre el modo práctico de hacer el Jueves Sacerdotal:
1. Exposición del Santísimo Sacramento
2. Rosario meditado
3. Preces por los Sacerdotes, religiosos y religiosas
4. Preces para pedir vocaciones
5. Preces por las misiones
6. Reserva y bendición con el Santísimo Sacramento.
7. Misa votiva de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote.
Oración del Venerable Pío XII por los sacerdotes
Oh Jesús, Pontífice Eterno, Buen Pastor, Fuente de vida, que por singular generosidad de vuestro dulcísimo Corazón nos habéis dado a nuestros sacerdotes para que podamos cumplir plenamente los designios de santificación que vuestra gracia inspira en nuestras almas; os suplicamos: venid y ayudadlos con vuestra asistencia misericordiosa.
Sed para ellos, oh Jesús, fe viva en sus obras, esperanza inquebrantable en las pruebas, caridad ardiente en sus propósitos. Que vuestra Palabra, rayo de la eterna Sabiduría, sea, por la constante meditación, el alimento diario de su vida interior. Que el ejemplo de vuestra vida y Pasión se renueve en su conducta y en sus sufrimientos para enseñanza nuestra, y alivio y sostén en nuestras penas.
Concededles, oh Señor, desprendimiento de todo interés terreno y que sólo busquen vuestra mayor gloria. Concededles ser fieles a sus obligaciones con pura conciencia hasta el postrer aliento. Y cuando con la muerte del cuerpo entreguen en vuestras manos la tarea bien cumplida, dadles, Jesús, Vos que fuisteis su Maestro en la tierra, la recompensa eterna: la corona de justicia en el esplendor de los santos. Amén.
Sed para ellos, oh Jesús, fe viva en sus obras, esperanza inquebrantable en las pruebas, caridad ardiente en sus propósitos. Que vuestra Palabra, rayo de la eterna Sabiduría, sea, por la constante meditación, el alimento diario de su vida interior. Que el ejemplo de vuestra vida y Pasión se renueve en su conducta y en sus sufrimientos para enseñanza nuestra, y alivio y sostén en nuestras penas.
Concededles, oh Señor, desprendimiento de todo interés terreno y que sólo busquen vuestra mayor gloria. Concededles ser fieles a sus obligaciones con pura conciencia hasta el postrer aliento. Y cuando con la muerte del cuerpo entreguen en vuestras manos la tarea bien cumplida, dadles, Jesús, Vos que fuisteis su Maestro en la tierra, la recompensa eterna: la corona de justicia en el esplendor de los santos. Amén.
Preces litánicas por los sacerdotes
Padre nuestro, que estás en los cielos:
V. Para que sea santificado tu nombre:
R. Danos sacerdotes santos.
V. Para que venga a nosotros tu reino:
R. Danos sacerdotes santos.
V. Para que tu voluntad sea hecha en la tierra como en el cielo:
R. Danos sacerdotes santos.
V. Para que no nos falte el pan espiritual de tu Palabra ni el Divino Pan Eucarístico cada día:
R. Danos sacerdotes santos.
V. Para que en tu nombre perdonen nuestros pecados:
R. Danos sacerdotes santos.
V. Para que nos enseñen a perdonar las ofensas:
R. Danos sacerdotes santos.
V. Para que nos auxilien en la lucha contra las tentaciones,
R. Danos sacerdotes santos.
V. Para que nos ayuden a librarnos del mal, sobre todo en la hora de la muerte:
R. Danos sacerdotes santos.
V. Para que sea santificado tu nombre:
R. Danos sacerdotes santos.
V. Para que venga a nosotros tu reino:
R. Danos sacerdotes santos.
V. Para que tu voluntad sea hecha en la tierra como en el cielo:
R. Danos sacerdotes santos.
V. Para que no nos falte el pan espiritual de tu Palabra ni el Divino Pan Eucarístico cada día:
R. Danos sacerdotes santos.
V. Para que en tu nombre perdonen nuestros pecados:
R. Danos sacerdotes santos.
V. Para que nos enseñen a perdonar las ofensas:
R. Danos sacerdotes santos.
V. Para que nos auxilien en la lucha contra las tentaciones,
R. Danos sacerdotes santos.
V. Para que nos ayuden a librarnos del mal, sobre todo en la hora de la muerte:
R. Danos sacerdotes santos.
Señor Jesús, Supremo Sacerdote y Pastor universal, que nos habéis enseñado a rezar diciendo: “Rogad al dueño de la mies que envíe operarios a su mies” (Mat. IX, 38), escuchad con benevolencia nuestras súplicas, y suscitad un gran número de almas generosas que, animadas por vuestro ejemplo y sostenidos por vuestra gracia, aspiren a ser los ministros y los continuadores de vuestro verdadero y único sacerdocio.
Haced que las trampas y calumnias del enemigo malo, secundado por el espíritu indiferente y materialista del mundo, no obscurezcan entre los fieles el sublime esplendor y la profunda estima debida a la misión de aquellos que, sin ser del mundo, viven en el mundo, para ser los dispensadores de los divinos misterios. Haced que, para preparar buenas vocaciones, continúen promoviéndose en la juventud la instrucción religiosa, la piedad sincera, la pureza de la vida y el cultivo de las ideas más elevadas. Haced que, para secundarles, la familia cristiana, consciente del honor que significa destinar al Señor a algunos de sus retoños, no deje nunca de ser un vivero de almas puras y fervorosas. Haced que no falten nunca en tu Iglesia extendida por todo el mundo los medios necesarios para acoger, favorecer, formar y llevar a término las buenas vocaciones que se le ofrecen. Y, a fin de que todo ello se convierta en realidad, oh Jesús, que deseáis tanto el bien y la salvación de todos, haced que el poder irresistible de vuestra gracia no cese de bajar del cielo de modo que numerosas almas reciban vuestra llamada silenciosa, os den una respuesta generosa y perseveren, en fin, en vuestro santo servicio.
¿Acaso no os aflige, oh Señor, la visión de tantas muchedumbres semejantes a ovejas sin pastor, sin nadie que parta para ellas el pan de vuestra Palabra y las sacie con el agua de vuestra gracia, quedando así a merced de los lobos rapaces, que las acechan sin cesar? ¿No sufrís al contemplar tantos campos en los que aún no ha penetrado la reja del arado y donde crecen espinas y abrojos sin que nadie les dispute el terreno? ¿No os apena considerar tantos de vuestros jardines ayer floridos y frondosos y hoy en peligro de marchitarse y volverse áridos? ¿Permitiréis que la mies ya madura se disperse y se pierda a falta de brazos para cosecharla?
Oh María, Madre purísima, de cuyas piadosísimas manos hemos recibido al más santo de todos los sacerdotes; oh glorioso Patriarca San José, ejemplo perfecto de correspondencia a la llamada divina; oh santos sacerdotes, que en el cielo formáis alrededor del Cordero de Dios un coro de predilección; obtenednos numerosas y santas vocaciones, a fin de que el rebaño del Señor, protegido y guiado por pastores vigilantes y solícitos, pueda alcanzar el dulcísimo pasturaje de la bienaventuranza eterna. Amén.
Haced que las trampas y calumnias del enemigo malo, secundado por el espíritu indiferente y materialista del mundo, no obscurezcan entre los fieles el sublime esplendor y la profunda estima debida a la misión de aquellos que, sin ser del mundo, viven en el mundo, para ser los dispensadores de los divinos misterios. Haced que, para preparar buenas vocaciones, continúen promoviéndose en la juventud la instrucción religiosa, la piedad sincera, la pureza de la vida y el cultivo de las ideas más elevadas. Haced que, para secundarles, la familia cristiana, consciente del honor que significa destinar al Señor a algunos de sus retoños, no deje nunca de ser un vivero de almas puras y fervorosas. Haced que no falten nunca en tu Iglesia extendida por todo el mundo los medios necesarios para acoger, favorecer, formar y llevar a término las buenas vocaciones que se le ofrecen. Y, a fin de que todo ello se convierta en realidad, oh Jesús, que deseáis tanto el bien y la salvación de todos, haced que el poder irresistible de vuestra gracia no cese de bajar del cielo de modo que numerosas almas reciban vuestra llamada silenciosa, os den una respuesta generosa y perseveren, en fin, en vuestro santo servicio.
¿Acaso no os aflige, oh Señor, la visión de tantas muchedumbres semejantes a ovejas sin pastor, sin nadie que parta para ellas el pan de vuestra Palabra y las sacie con el agua de vuestra gracia, quedando así a merced de los lobos rapaces, que las acechan sin cesar? ¿No sufrís al contemplar tantos campos en los que aún no ha penetrado la reja del arado y donde crecen espinas y abrojos sin que nadie les dispute el terreno? ¿No os apena considerar tantos de vuestros jardines ayer floridos y frondosos y hoy en peligro de marchitarse y volverse áridos? ¿Permitiréis que la mies ya madura se disperse y se pierda a falta de brazos para cosecharla?
Oh María, Madre purísima, de cuyas piadosísimas manos hemos recibido al más santo de todos los sacerdotes; oh glorioso Patriarca San José, ejemplo perfecto de correspondencia a la llamada divina; oh santos sacerdotes, que en el cielo formáis alrededor del Cordero de Dios un coro de predilección; obtenednos numerosas y santas vocaciones, a fin de que el rebaño del Señor, protegido y guiado por pastores vigilantes y solícitos, pueda alcanzar el dulcísimo pasturaje de la bienaventuranza eterna. Amén.
Oración por los misioneros
Corazón de Jesús, tended una mirada hacia las tierras de infieles y hacia los trabajos de los misioneros, quienes, por vuestro amor y por el de las almas, tan preciosas para Vos, han abandonado su casa, su patria y sus afectos más íntimos. Bendecid sus trabajos y concededles la gracia de repartir el pan de la divina Palabra entre los mendigos de la Verdad. Hacedles sentir que Vos estáis con ellos en sus trabajos y preocupaciones, y dadles la gracia de perseverar hasta el fin en la vida de abnegación para la que los habéis escogido. Sagrado Corazón de Jesús, por amor de vuestra misma gloria, proteged y haced fructificar los esfuerzos de vuestros misioneros. Amén.
Domine Iesu Christe, Salvator mundi, per Cor tuum dulcissimum te suppliciter exoramus, ut gregem tuum, Pastor aeterne, in afflictione sua non deseras, sed Spiritum illum in eo resuscites, quem super Apostolos tuos tam abunde effudisti. Voca, quaesumus, quam plurimos ad statum sacerdotalem et religiosum, et quos elegeris tuae gloriae et salutis animarum zelus incendat, virtus sanctificet, Spiritus tuus contra adversa omnia confirmet. O Iesu, da nobis sacerdotes et religiosos secundum Cor tuum!
V. Respice de coelo et vide, et visita vineam istam.
R. Et perfice eam, quam plantavit dextera tua.
Oremus. Deus, qui omnes homines vis salvos fieri et ad agnitionem veritatis venire, mitte, quaesumus, operarios in messem tuam, et da eis cum omni fiducia loqui verbum tuum, ut sermus tuus currat et clarificetur; et omnes gentes cognoscant te solum Deum verum, et quem missisti Iesum Christum, Filium tuum, Dominum nostrum: Qui tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti, Deus, per omnia saecula saeculorum. R. Amen.
V. Respice de coelo et vide, et visita vineam istam.
R. Et perfice eam, quam plantavit dextera tua.
Oremus. Deus, qui omnes homines vis salvos fieri et ad agnitionem veritatis venire, mitte, quaesumus, operarios in messem tuam, et da eis cum omni fiducia loqui verbum tuum, ut sermus tuus currat et clarificetur; et omnes gentes cognoscant te solum Deum verum, et quem missisti Iesum Christum, Filium tuum, Dominum nostrum: Qui tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti, Deus, per omnia saecula saeculorum. R. Amen.
Missa de D. N. Iesu Christo summo et aeterno Sacerdote
(Ps. 109, 4) Juravit Dominus, et non paenitebit eum: Tu es sacerdos in aeternum secundum ordinem Melchisedech. (T. P. Alleluia, alleluia). (Ps. ibid., 1) Dixit Dominus Domino meo: Sede a dextris meis. V. Gloria Patri.
Oratio
Deus, qui, ad maiestatis tuae gloriam et generis humani salutem, Unigenitum tuum summum atque aeternum constituisti Sacerdotem: praesta ut, quos ministros et mysteriorum suorum dispensatores elegit, in accepto ministerio adimplendo fideles inveniantur. Per eumdem Dominum… R. Amen.
Epistola
Lectio Epistolae beati Pauli Apostoli ad Hebraeos (Hebr. 5, 1-11). Fratres: Omnis pontifex ex hominibus assumptus, pro hominibus constituitur in iis quae sunt ad Deum, ut offerat dona et sacrificia pro peccatis: qui condolere possit iis qui ignorant et errant: quoniam et ipse circumdatus est infirmitate: et propterea debet, quemadmodum pro populo, ita etiam et pro semetipso offerre pro peccatis. Ne quisquam sumit sibi honorem, sed qui vocatur a Deo, tamquam Aaron. Sic et Christus non semetipsum clarificavit ut pontifex fieret, sed qui lociitus est ad eum: Filius meus es tu; ego hodie genui te. Quemadmodum et in alio loco dicit: Tu es sacerdos in aeternum secundum ordinem Melchisedech. Qui in diebus carnis suae preces supplicationesque ad eum, qui possit ilium salvum facere a morte, cum clamore valido et lacrimis offerens, exauditus est pro sua reverentia. Et quidem, cum esset Filius Dei, didicit ex iis quae passus est, oboedientiam: et consummatus, factus est, omnibus obtemperantibus sibi, causa salutis aeternae, appellatus a Deo pontifex iuxta ordinem Melchisedech. De quo nobis grandis sermo et ininterpretabilis ad dicendum.
Graduale
(Luc. 4, 18) Spiritus Domini super me: propter quod unxit me. V. Evangelizare pauperibus misit me, sanare contritos corde.
Alleluia, alleluia. (Hebr. 7, 24) V. Iesus autem eo quod maneat in aeternum, sempiternum habet sacerdotium. Alleluia.
Post Septuagesimam, omissis Alleluia et versu sequenti, dicitur:
Tractus
(Ps. 9, 34-36) Exsurge, Domine Deus, exaltetur manus tua: ne obliviscaris pauperum. V. Vide quoniam tu laborem et dolorem consideras. V. Tibi derelictus est pauper: orphano tu eris adiutor.
Tempore autem paschali omittitur graduale, et eius loco dicitur:
Alleluia, alleluia. (Hebr. 7, 24) Iesus autem eo quod maneat in aeternum, sempiternum habet sacerdotium. Alleluia. (Luc. 4, 18) V. Spiritus Domini super me: propter quod unxit me, evangelizare pauperisms misit me, sanare contritos corde. Alleluia.
Tempore autem paschali omittitur graduale, et eius loco dicitur:
Alleluia, alleluia. (Hebr. 7, 24) Iesus autem eo quod maneat in aeternum, sempiternum habet sacerdotium. Alleluia. (Luc. 4, 18) V. Spiritus Domini super me: propter quod unxit me, evangelizare pauperisms misit me, sanare contritos corde. Alleluia.
Evangelium
Sequentia sancti Evangelii secundum Lucam (Luc. 22, 14-20). In illo tempore: Discubuit Iesus, et duodecim Apostoli cum eo. Et ait illis: Desiderio desideravi hoc Pascha manducare vobiscum, antequam patiar. Dico enim vobis, quia ex hoc non manducabo illud, donee impleatur in regno Dei. Et accepto calice, gratias egit, et dixit: Accipite, et dividite inter vos. Dico enim vobis quod non bibam de generatione vitis, donee regnum Dei veniat. Et accepto pane, gratias egit, et fregit, et dedit eis, dicens: Hoc est corpus meum, quod pro vobis datur: hoc facite in meam commemorationem. Similiter et calicem, postquam cenavit, dicens: Hie est calix novum testamentum in sanguine meo, qui pro vobis fundetur.
Offertorium
(Hebr. 10,12-14) Christus unam pro peccatis offerens hostiam, in sempiternum sedet in dextera Dei: una enim oblatione consummavit in aeternum sanctificatos. (T. P. Alleluia).
Secreta
Haec munera, Domine, mediator noster Iesus Christus tibi reddat accepta: et nos, una secum, hostias tibi gratas exhibeat: Qui tecum vivit… R. Amen.
Communionem
(I Cor. 11, 24-25) Hoc Corpus, quod pro vobis tradetur: hie calix novi testamenti est in meo Sanguine, dicit Dominus: hoc facite, quotiescumque sumitis, in meam commemorationem. (T. P. Alleluia).
Postcommunio
Vivificet nos, quxsumus, Domine, divina quam obtulimus et siimpsimus hostia: ut, perpetua tibi caritate coniuncti, fructum, qui semper maneat, afferamus. Per Dominum nostrum Iesum Christum, Filium tuum: Qui tecum vivit et regnat in uniitate. R. Amen.
1 comentario:
Maravillosa información. Muy completa. Infinitas gracias!
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