miércoles, 20 de mayo de 2009

Decenario del Espíritu Santo en preparación de la Festividad de Pentecostés




El día de hoy, Jueves de la Ascensión es cuando comienza el Decenario del Espíritu Santo, hermoso ejercicio de preparación para conmemorar su venida sobre la primera comunidad cristiana, acontecimiento que marca el nacimiento de la Iglesia.

Antes de partir para el Padre, Nuestro Señor Jesucristo aseguró a los suyos que les enviaría el Espíritu Santo como su Paráclito o abogado, que les enseñaría las cosas que sabía por comunicación del Padre y del Hijo y que les daría la fuerza necesaria para continuar adelante con la misión que les encomendaba de ir por todo el mundo y predicar a todas las gentes.

Sabemos que después de la Ascensión los Apóstoles se reunían en el Cenáculo y perseveraban en la oración juntamente con la Santísima Virgen y las santas mujeres. Fue en esta disposición como los encontró el Espíritu Santo el domingo de Pentecostés, cuando derramó su gracia y sus dones sobre ellos. La Iglesia nació, pues, eucarística, orante y mariana.

Acercándose, pues, la gran festividad que es como el cumpleaños de Nuestra Santa Madre Iglesia, preparémonos nosotros también con ese mismo espíritu: de amor a la Eucaristía, de oración y de devoción a la Santísima Virgen. Perseveremos recogiéndonos a menudo en el cenáculo de nuestras iglesias y santuarios que es el tabernáculo; velemos y oremos para no caer en tentación, y confiemos nuestras almas a nuestra Madre del Cielo.

La Virgen es el mejor ejemplo de cómo recibir al Espíritu Santo: basta repasar el hermoso episodio de la Anunciación para tomar ejemplo: humildad, disponibilidad, fe, confianza, entrega. Que se haga en nosotros según la divina voluntad pues somos los esclavos del Señor. Por eso Ella fue llena del Espíritu Santo, que la hizo Su Esposa. Y los efectos se dejaron sentir de inmediato: rebosante del Divino Amor, corrió a ejercer la caridad con su prima Isabel y el primer fruto de su solicitud fue la santificación de San Juan Bautista en el seno materno. La Virgen fue así la primera misionera de la Historia, llevando consigo a la salvación personificada y encarnada en Jesús, el fruto bendito de su vientre.

Hermoso ejemplo para la Iglesia y para nosotros. No podemos pretender grandes acciones apostólicas ni grandes triunfos sin una intensa vida interior, correspondiendo a la gracia que se nos derrama con el Espíritu Santo. Ningún esfuerzo humano, ningún activismo, es capaz por sí mismo de lograr nada: todo es obra del Espíritu y de su gracia, a la cual se debe corresponder, como María, como los Apóstoles.

Con estas reflexiones, invitamos a nuestros lectores a iniciar hoy la hermosa y tradicional devoción del Decenario del Espíritu Santo, para lo cual proponemos los vínculos siguientes:


En ellos se encuentra un ejercicio clásico y exhaustivo, que puede ser de gran provecho espiritual. Al mismo tiempo, recomendamos que en estos días de preparación para el gran domingo de la Pascua Granada o de Pentecostés nos acerquemos más frecuentemente al sagrario para adorar a Jesús en la Eucaristía, redoblemos el rezo del Santísimo Rosario y nos inundemos de un espíritu de oración constante. Como colofón, se encontrará al final de estas líneas una meditación del santo jesuita P. Florentino Alcañiz García (1893-1981) tomada de su libro sobre el Espíritu Santo y las Letanías en latín y castellano en honor de la Tercera Divina Persona, sacadas de la clásica recopilación de ejercicios de piedad Coeleste Palmetum, publicado en 1741.




Práctica de la devoción al Espíritu Santo


1. Pedir al espíritu Santo

Como en el pueblo cristiano hay poca devoción al Espíritu Santo, hay también pocas prácticas de su culto. Si falla el tronco, tienen que fallar ramas y flores. Por eso cada uno habrá de construir las prácticas a su gusto. Esto tiene una ventaja. Lo que pierden en encuadramiento de esquema, lo ganan en espontaneidad, que vale más.

La práctica más “práctica” es el trato frecuente con el Espíritu Santo.

Preguntaba en una misión rural el misionero a un niño: “Oye, niño, ¿tienes amor al Espíritu Santo?” Y contesta él: “Ya ve usted, como tenemos tan poco roce…”. Es verdad: sin “roce” no hay amor. Con el roce salta la electricidad.

PEDIR mucho al Espíritu Santo es la práctica mejor. Con las peticiones vienen enseguida los favores. El espíritu Santo es muy espléndido. Ante favores repetidos no hay corazón que se resista. Rezar poco y pedir mucho.

¿Pero rezar no es pedir? Generalmente no. Lo que se pide rezando pocas veces se consigue; lo que se pide pidiendo se consigue siempre.


2. Culto a la imagen

La devoción al Espíritu Santo es gemela con la del Corazón de Jesús. Por lo cual, las prácticas de ésta pueden servir de buen hilo conductor para aquélla. Tanto más cuanto que el Espíritu Santo es la mano oculta que va preparando prácticas de culto al Corazón divino.

Ahora bien, el culto a la imagen en la devoción al corazón de Jesús ha tenido mucha importancia desde sus orígenes hasta el presente. Y es que el Señor conoce perfectamente la psicología del hombre terrestre. Hoy ciertos elementos quieren proceder de otra manera. Da la impresión de que apuntan no al hombre terrestre, sino a un inquilino de otro planeta. Si es así, no tengo nada que objetar; porque francamente no conozco la psicología de los marcianos ni de otros vecinos suyos. La de los hombres de nuestro orbe la conozco un poco. He dedicado unos treinta años a misiones rurales.

Parece que la Doctora del Carmelo no compartía la opinión de los semi-iconoclastas de hoy, pues escribe:

“Cuando está uno en sequedades es gran regalo ver una imagen de quien con tanta razón amamos…; y yo me deleito mucho; a cada cabo que volviese los ojos la querría ver. ¿En qué mejor cosa, ni más gustosa a la vista, la podemos emplear que en quien tanto nos ama y en quien tiene en sí todos los bienes? Desventurados destos herejes que han perdido por su culpa esta consolación con otras”
(Camino espiritual, c. 34, n.8).

Santa teresa de Jesús, que se pasaba la vida en las cumbres de las séptimas moradas, “sentía gran consuelo y se deleitaba mucho” con las imágenes. Pero por lo visto hoy hay muchos que se pretenden cernirse por alturas de moradas mucho más altas que las de Santa Teresa…

Del Espíritu Santo la Santísima Trinidad ha querido ofrecernos una imagen simbólica, ungida de amabilidad, que es la paloma. Quiero escribir aquí cómo la vio Santa Teresa un día de Pentecostés:

“Estando en esto, veo sobre mi cabeza una paloma, bien diferente de las de acá; porque no tenía estas plumas, sino las alas de unas conchicas, que echaban de sí gran resplandor. Era grande, más que paloma. Paréceme que oía el ruido que hacía con las alas. Estaría aleteando espacio de un avemaría”.

De la paloma del Espíritu Santo hay muchas pinturas; a veces sola, o a veces en grupo con las otras Personas Trinitarias o con la Sagrada Familia. El culto a estas imágenes excitará el amor y atraerá sobre nosotros bendiciones parecidas a las del culto a la imagen del Corazón de Jesús.


3. La consagración

Con la devoción al Corazón de Jesús ha ido abriéndose camino la práctica ascética llamada consagración. Pío XII la condensó en las palabras del Corazón de Jesús al P. hoyos: “Cuida tú de mí y de mis intereses y yo cuidaré de ti y de los tuyos”.

Si en algún campo ascético cae bien la consagración es sin duda en el de la devoción al Espíritu Santo. Éste es casi su propio terreno de sementera. A otros sitios la consagración va llevada; aquí viene caída por su propio peso, dada la trabazón de ambos cultos.

Ocioso es advertir que dicha práctica de la consagración al Espíritu Santo puede aplicarse lo mismo al individuo que a la familia y otras entidades morales o colectivas. De hecho, la primera consagración fue la consagración de la Iglesia en el Cenáculo el día de Pentecostés. ¡Ojalá haya muchos cenáculos con muchos Pentecostés por todo el mundo!

(Tomado del libro El Espíritu Santo, segundo volumen de la colección Destellos Bíblicos del R.P. Florentino Alcañiz García, S.I., doctor y Maestro agregado a la Pontificia Universidad Gregoriana. Publicado en 1965 por las Misionera hijas del Corazón de Jesús.)



Litaniae de Spiritu Sancto

Kyrie, eleison.
Señor, ten piedad.
Kyrie, eleison.
Señor, ten piedad.
Christe, eleison.
Cristo, ten piedad.
Christe, eleison.
Cristo, ten piedad.
Kyrie, eleison.
Señor, ten piedad.
Kyrie, eleison.
Señor, ten piedad.

Spiritus Sancte a Patre Filioque procedens, miserere nobis.
Espíritu Santo, que procedes del Padre y del Hijo, ten misericordia de nosotros.
Spiritus Domini Deus Israel, miserere nobis.
Espíritu del Señor Dios de Israel, ten misericordia de nosotros.
Dominator hominum, miserere nobis.
Dominador de los hombres, ten misericordia de nosotros.
Replens orbem terrarum, miserere nobis.
Tú que llenas el orbe de la Tierra, ten misericordia de nosotros.
Habens omnem virtutem, miserere nobis.
Tú que tienes toda virtud, ten misericordia de nosotros.
Omnia bona operans, et omnia prospiciens, miserere nobis.
Tú que obras todo lo bueno y vigilas sobre todas las cosas, ten misericordia de nosotros.
Ornans caelos, stabilis, et securus, miserere nobis.
Tú que, estable y seguro, adornas los cielos, ten misericordia de nosotros.
Spiritus veritatis omnia suggerens, et distribuens, miserere nobis.
Espíritu de verdad que todo sugieres y distribuyes, ten misericordia de nosotros.
Spiritus sapientiae et intellectus, miserere nobis.
Espíritu de sabiduría e intelecto, ten misericordia de nosotros.
Spiritus consilii, fortitudinis, scientiae, et pietatis, miserere nobis.
Espíritu de consejo, fortaleza, ciencia y piedad, ten misericordia de nosotros.
Spiritus timoris Domini et prudentiae, miserere nobis.
Espíritu de santo temor de Dios y de prudencia, ten misericordia de nosotros.
Spiritus, quo inspirante locuti sunt sancti Dei homines, miserere nobis.
Espíritu, inspirándose en el cual hablaron los hombres de Dios, ten misericordia de nosotros.
Quae ventura annuntias, miserere nobis.
Tú que anuncias lo venidero, ten misericordia de nosotros.
Donum et promissio Patris, miserere nobis.
Don y promesa del Padre, ten misericordia de nosotros.
Spiritus Sancte Paraclite arguens mundum, miserere nobis.
Espíritu Santo Paráclito, que emplazas al mundo, ten misericordia de nosotros.
Spiritus, in quo daemonia eiiciuntur, miserere nobis.
Espíritu en quien los demonios son expulsados, ten misericordia de nosotros.
Spiritus, ex quo renascimur, miserere nobis.
Espíritu del cual renacemos, ten misericordia de nosotros.
Spiritus, per quem caritas Dei diffusa est in cordibus nostris, miserere nobis.
Espíritu por quien la caridad de Dios se difunde en nuestros corazones, ten misericordia de nosotros.
Spiritus adoptionis filiorum Dei, miserere nobis.
Espíritu de adopción de los hijos de Dios, ten misericordia de nosotros.
Spiritus gratiae et misericordiae, miserere nobis.
Espíritu de gracia y de misericordia, ten misericordia de nosotros.
Spiritus adiuvans infirmitatem nostram et reddens testimonium spiritui nostro, quod simus filii Dei, miserere nobis.
Espíritu que nos auxilias en nuestra debilidad y nos das testimonio de que somos hijos de Dios, ten misericordia de nosotros.
Spiritus suavis, benigne, super mel dulcis, miserere nobis.
Espíritu suave, benigno, más dulce que la miel, ten misericordia de nosotros.
Spiritus pignus hereditatis nostrae, deducens nos in terram rectam, miserere nobis.
Espíritu, prenda de nuestra herencia, que nos conduces hacia la tierra llana, ten misericordia de nosotros.
Spiritus principalis, vivificans et confortans, miserere nobis.
Espítitu principal, que vivificas y confortas, ten misericordia de nosotros.
Spiritus salutis, iudicii et gaudii, miserere nobis.
Espíritu de salvación, de juicio y de gozo, ten misericordia de nosotros.
Spiritus fidei, pacis, et ardoris, miserere nobis.
Espíritu de fe, de paz y de fervor, ten misericordia de nosotros.
Spiritus humilitatis, caritatis, et castitatis, miserere nobis.
Espíritu de humilidad, de caridad y de castidad, ten misericordia de nosotros.
Spiritus benignitatis, bonitatis, longanimitatis, ac mansuetudinis, miserere nobis.
Espíritu de benignidad, de bondad, de longanimidad y de mansedumbre, ten misericordia de nosotros.
Spiritus lenitatis, veritatis, unitatis ac consolationis, miserere nobis.
Espíritu de dulzura, de verdad, de unidad y de consuelo, ten misericordia de nosotros.
Spiritus compunctionis, promissionis, renovationis, ac sanctificationis, miserere nobis.
Espíritu de compunción, de promesa, de renovación y de santificación, ten misericordia de nosotros.
Spiritus vitae, patientiae, continentiae, ac modestiae, miserere nobis.
Espíritu de vida, de continencia y de modestia, ten misericordia de nosotros.
Spiritus omnium gratiarum, miserere nobis.
Espíritu de todas las gracias, ten misericordia de nosotros.

Propitius esto, parce nobis Sancte Spiritus.
Senos propicio, perdónanos, Espíritu Santo.
Propitius esto, exaudi nos Sancte Spiritus.
Senos propicio, escúchanos, Espíritu Santo.

A spiritu erroris, libera nos, Spiritus Dei vivi.
Del espíritu de error, líbranos, oh Espíritu de Dios vivo.
A spiritu immundo, libera nos, Spiritus Dei vivi.
Del espíritu inmundo, líbranos, oh Espíritu de Dios vivo.
A spiritu blasphemiae, libera nos, Spiritus Dei vivi.
Del espíritu de blasfemia, líbranos, oh Espíritu de Dios vivo.
Ab omni obstinatione et desperatione, libera nos, Spiritus Dei vivi.
De toda obstinación y toda desesperación, líbranos, oh Espíritu de Dios vivo.
Ab omni praesumptione et veritatis contradictione, libera nos, Spiritus Dei vivi.
De toda presunción y contradicción de la verdad, líbranos, oh Espíritu de Dios vivo.
Ab omni malitia, et prava consuetudine, libera nos, Spiritus Dei vivi.
De toda malicia y costumbre depravada, líbranos, oh Espíritu de Dios vivo.
Ab invidia fraternae caritatis, libera nos, Spiritus Dei vivi.
De la envidia de la caridad fraterna, líbranos, oh Espíritu de Dios vivo.
A finali impaenitentia, libera nos, Spiritus Dei vivi.
De la impenitencia final, líbranos, oh Espíritu de Dios vivo.

Per aeternam a Patre et Filio processionem tuam, libera nos, Spiritus Dei vivi.
Por tu eterna procesión del Padre y del Hijo, líbranos, oh Espíritu de Dios vivo.
Per invisibilem unctionem tuam, libera nos, Spiritus Dei vivi.
Por tu unicón invisible, líbranos, oh Espíritu de Dios vivo.
Per omnem gratiarum plenitudinem, qua Virginem Mariam semper possedisti, libera nos, Spiritus Dei vivi.
Por toda la plenitud de gracia con la que siempre poseíste a la Virgen María, líbranos, oh Espíritu de Dios vivo.
Per supereffluentem sanctitatis abyssum, qua conceptione Verbi Matrem Dei inundare fecisti, libera nos, Spiritus Dei vivi.
Por el abismo de desbordante santidad con la que hiciste inundar a la Madre de Dios en la concepción del Verbo, líbranos, oh Espíritu de Dios vivo.
Per sanctam in baptismo Christi apparitionem tuam, libera nos, Spiritus Dei vivi.
Por tu santa aparición en el bautismo de Cristo, líbranos, oh Espíritu de Dios vivo.
Per salutarem super apostolos adventum tuum, libera nos, Spiritus Dei vivi.
Por tu venida saludable sobre los Apóstoles, líbranos, oh Espíritu de Dios vivo.
Per ineffabilem bonitatem tuam, qua Ecclesiam gubernas, concilias Praesides, Martyres corroboras, Doctores illuminas, Religiones instituis, libera nos, Spiritus Dei vivi.
Por la inefable bondad con la que gobiernas la Iglesia, reconcilias a los príncipes, fortaleces a los mártires, iluminas a los Doctores e instituyes órdenes religiosas, líbranos, oh Espíritu de Dios vivo.

Peccatores, Te rogamus, audi nos.
Nosotros pecadores, te rogamos, óyenos.
Ut in spiritu ambulemus, et desideria carnis non adimpleamus, Te rogamus, audi nos.
Para que caminemos en el espíritu y no satisfagamos los deseos de la carne, te rogamos, óyenos.
Ut Te numquam contristemus, Te rogamus, audi nos.
Para que nunca te contristemos, te rogamos, óyenos.
Ut omnes Ecclesiasticos Ordines in sancta religione, et vero spiritu conservare digneris, Te rogamus, audi nos.
Para que te dignes conservar a todos los órdenes de la Jerarquía eclesiástica en la santa religión, te rogamos, óyenos.
Ut cuncto populo Christiano cor unum et animam unam donare digneris, Te rogamus, audi nos.
Para que dignes otorgar un solo corazón y una sola ánima a todo el pueblo cristiano, te rogamos, óyenos.
Ut virtutem omnium complementum nobis donare digneris, Te rogamus, audi nos.
Para que te dignes concedernos el complemento de todas las virtudes, te rogamos, óyenos.
Ut nos exaudire digneris, Te rogamus, audi nos.
Para que te dignes escucharnos, te rogamos, óyenos.
Spiritus Dei, Te rogamus, audi nos.
Espíritu de Dios, te rogamos, óyenos.

Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, effunde in nos Sanctum Spiritum.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, infunde en nosotros el Espíritu Santo.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, emitte in nos promissum Patris Spiritum.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, envíanos al Espíritu del Padre que nos prometiste.
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, da nobis spiritum bonum.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, danos el buen espíritu.

V. Spiritus Domini replevit orbem terrarum.
El espíritu de l Señor ha llenado toda la Tierra.
R. Et hoc, quod continet omnia, scientiam habet vocis.
Y Él, que todo lo contiene, posee la ciencia de la voz.

Oremus. Adsit nobis, quaesumus Domine, virtus Spiritus Sancti: quae et corda nostra clementer expurget, et ab omnibus tueatur adversis. Per Dominum nostrum Iesum Christum filium tuum, qui tecum vivit et regnat in unitate eiusdem Spiritus Sancti, Deus, per omnia saecula saeculorum. R. Amen.
Oremos. Asístanos, te rogamos oh señor, la virtud del Espíritu Santo, que purgue clemente nuestros corazones y nos asegure contra todas las adversidades. Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, que contigo vive y reina en unidad del mismo Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. R. Amén.


1 comentario:

Anónimo dijo...

"por lo visto hoy hay muchos que se pretenden cernirse por alturas de moradas mucho más altas que las de Santa Teresa…" ¡exelente! totalmente de acuerdo...