lunes, 1 de marzo de 2010

Mes de Marzo en honor del Glorioso Patriarca San José



El mes de marzo está tradicionalmente dedicado a honrar al Glorioso Patriarca San José, padre nutricio de Jesús y castísimo esposo de la Santísima Virgen, por quien le venían al Mesías los regios derechos de la dinastía davídica. La devoción a San José, sin embargo, debió esperar siglos hasta su gran expansión, como si él quisiera mantenerse discreto, prefiriendo que la atención se centrase en el culto a Jesús y de su Inmaculada Madre. Como veremos en la excelente exposición que copiamos de la Enciclopedia Católica, a pesar de que no es extraño a la Iglesia desde los primeros tiempos el culto a San José y que durante la Edad Media experimentó éste un notable desarrollo, fue gracias a Santa Teresa de Jesús, devotísima suya, y al Carmelo por ella reformado como se comenzó a extender prodigiosamente, hasta el punto que los dos pasados siglos pueden a justo título ser llamados “la era josefina”, que culminó con la inserción del nombre del santo patriarca en el Canon de la Misa. Ofreceremos, pues, a continuación: a) un resumen de la historia de la devoción a San José, b) el relato de primera mano de un testigo del Concilio Vaticano II sobre las circunstancias que llevaron a esa inserción por voluntad del beato Juan XXIII, c) un ejercicio piadoso para cada día y d) la versión online del precioso libro San José del R.P. Florentino Alcañiz García, S.I., gran apóstol del Corazón de Jesús y eximio devoto josefino.


Historia de la devoción a San José

José era un “hombre justo”. Este elogio otorgado por Espíritu Santo, y el privilegio de haber sido elegido por Dios para ser el padre adoptivo de Jesús y el Esposo de la Virgen Madre, son los fundamentos de los honores asignados a San José por la Iglesia. Tan convincentes son dichos fundamentos que no deja de ser sorprendente que el culto a San José fuese tan lento en ganar reconocimiento. La principal de las causas de esto es el hecho de que “durante los primeros siglos de existencia de la Iglesia, eran sólo los mártires quienes gozaban de veneración” (Kellner). Lejos de ser ignoradas o pasadas por alto durante los primeros años de Cristianismo, las prerrogativas de San José fueron ocasionalmente confrontadas entre los Padres; incluso tales elogios, que no pueden ser atribuidos a los escritores entre cuyos trabajos ellos encuentran cabida, atestiguan que las ideas y la devoción allí expresadas eran familiares, no sólo para los teólogos y predicadores, y deberían haber sido prestamente bienvenidas por la gente. Las huellas más tempranas de reconocimiento público acerca de la santidad de San José son halladas en Oriente. Su fiesta, si es que podemos confiarnos de las afirmaciones de Papebroch, era tenida en cuenta por los Coptos ya en los tempranos inicios del siglo cuarto. Nicéforo Calixto dice asimismo –cuya autoridad desconocemos– que en la gran basílica erigida en Belén (Bethlehem) por Santa Elena, había un magnífico oratorio dedicado en honor de nuestro santo. Lo cierto es, sea como sea, que la fiesta de “José el Carpintero” se encuentra registrada, el 20 de Julio, en uno de los antiguos Calendarios Coptos que ha llegado a nuestras manos, así como también en un Synazarium de los siglos octavo y noveno publicado por el Cardenal Mai (Script. Vet. Nova Coll., IV, 15 sqq.). Menologios griegos de una fecha posterior al menos mencionan a San José en el 25 ó 26 de Diciembre, y otra conmemoración suya conjuntamente con otros santos fue realizada en los dos Domingos inmediatamente anterior y posterior a Navidad.



En Occidente el nombre del padre adoptivo de Nuestro Señor (Nutritor Domini) aparece en algunos martirologios locales de los siglos noveno y décimo, y encontramos en 1129, por primera vez, una iglesia dedicada en su honor en Bologna. Su devoción, por entonces solamente privada, como aparentaba ser, cobró un gran ímpetu debido a la influencia y al celo de santos de la talla de San Bernardo, Santo Tomás de Aquino, Santa Gertrudis (muerta en 1310), y Santa Brígida de Suecia (muerta en 1373). De acuerdo con Benedicto XIV (De Serv. Dei beatif., I, iv, n. 11; xx, n. 17), "la opinión generalizada de lo aprendido es que los Padres Carmelitas fueron los primeros en importar desde Oriente hacia Occidente la loable práctica de tributarle un completo culto a San José”. Su fiesta, introducida hasta el fin poco tiempo después, en el calendario dominico, fue ganando paulatinamente una posición segura en numerosas diócesis de Europa Occidental. Entre los más celosos promotores de la devoción en dicha época, San Vicente Ferrer (muerto en 1419), Pedro d'Ailly (m. en 1420), San Bernardino de Siena (m. en 1444), y Jehan Charlier Gerson (m. en 1429), merece una especial mención Gerson, quien, en 1400, compuso un Oficio de los Esponsales de José particularmente en el Concilio de Constanza (1414), como medio de promocionar el reconocimiento público del culto de San José. Recién bajo el pontificado de Sixto IV (1471-84), los esfuerzos de dichos benditos hombres fueron recompensados por el calendario romano (19 de Marzo), en el cual fue incluida, en 1476, por mandato de dicho papa la fiesta en honor del santo patriarca que aún hoy se celebra. Desde aquel entonces la devoción adquirió cada vez mayor popularidad, y la dignidad de la fiesta fue guardando relación con su firme crecimiento. Primeramente sólo fue una festum simplex, y fue prontamente elevada a un doble rito por Inocencio VIII (1484-92), declarada por Gregorio XV, en 1621, como una fiesta obligatoria, a instancias de los emperadores Fernando III y Leopoldo I y del rey Carlos II de España, y fue elevada al rango de fiesta doble de la segunda clase por Clemente XI (1700-21). Además, Benedicto XIII (Orsini), en 1726, agregó el nombre de San José en la Letanía de los Santos.

Una festividad en el año, sin embargo, no fue considerada suficiente para satisfacer la piedad popular. La Fiesta de los Esponsales de la Santísima Virgen y San José –tan vigorosamente propugnada por Gerson, y concedida por Paulo III a los Franciscanos, y después a otras órdenes religiosas y diócesis individuales– fue, en 1725, concedida a todos los países que la solicitasen. Un apropiado Oficio, compilado por el dominico Pierto Aurato, fue asignado, y el día fijado en el 23 de Enero. Esto no fue todo: la reformada Orden Carmelita Descalza, en la cual Santa Teresa infundió su gran devoción hacia el padre adoptivo de Jesús, lo eligió, en 1621, como su patrono, y en 1689, les fue permitido celebrar la fiesta de su Patrocinio en el tercer Domingo después de Pascua. Esta fiesta, pronto, adoptada a lo largo de todo el Reino de España, fue posteriormente extendida a todos los estados y diócesis que solicitasen el privilegio. Ninguna otra devoción, tal vez, haya crecido tan universalmente como esta, así como tampoco ninguna otra pareció haber atraído con tanta fuerza a los corazones de los cristianos, y particularmente de las clases obreras, durante el siglo diecinueve, como ésta de San José.

Este maravilloso y sin precedentes incremento de la popularidad ha sido otro nuevo galardón para ser adosado al culto del santo. Complementariamente, uno de los primeros actos del pontificado de Pío IX (siendo él mismo particularmente devoto de San José) fue hacer extensiva a toda la Iglesia la fiesta del Patrocinio (1847). En diciembre de 1870, de acuerdo con los deseos de los obispos y de toda la feligresía, el papa Mastai declaró solemnemente al Santo Patriarca José, como Patrono de la Iglesia universal, y resolvió que su fiesta (19 de Marzo) debería de allí en adelante ser celebrada como una doble de la primera clase (pero sin octava, a causa de la Cuaresma). Siguiendo los pasos de sus predecesores, Leon XIII y san Pío X exhibieron un similar deseo de agregar sus propias joyas a la corona de San José: el primero, permitiendo en ciertos días la lectura del oficio votivo del santo, y el segundo aprobando, el 18 de Marzo de 1909, una letanía en honor de aquel cuyo nombre él recibió en su bautismo (Giuseppe Sarto). Pero el paso más trascendental lo dio el beato Juan XXIII (que ya había publicado, el 19 de marzo de 1961, su carta apostólica Le Voci sobre el fomento de la devoción josefina): la introducción del nombre del Glorioso Patriarca nada menos que en el canon de la Misa (Communicantes), inmediatamente después de la mención de la Santísima Virgen. Conviene repasar la interesante historia de esta adición al Misal Romano. Al efecto, transcribimos los pasajes relativos del inapreciable libro del R.P. Ralph Wiltgen, S.V.D. The Rhine flows into the Tiber sobre el Concilio Vaticano II.




El P. Wiltgen nos cuenta cómo se insertó el
nombre de San José en el Canon de la Misa

«El último orador en tomar la palabra el 30 de octubre [de 1962] fue Mons. Sansierra, obispo auxiliar de San Juan de Cuyo en Argentina. Expresó la esperanza de que no se olvidaría “el deseo que tienen un gran número de obispos y sacerdotes” de ver el nombre de San José en el canon de la Misa. El 5 de noviembre, la misma petición fue hecha, aunque con más detalles, por Mons. Cousineau, obispo de Cap Haïtien en Haití, antiguo superior del Oratorio de San José en Montréal, el cual solicitó que “el nombre de San José, esposo de la Santísima Virgen María, sea introducido en la Misa cada vez que se mencione el de la Santísima Virgen”.

«Al final de la décimo octava congregación general, tenida el 13 de noviembre, el cardenal secretario de Estado hizo una declaración a este respecto. Dijo que el Santo Padre deseoso de conformarse al voto
“manifestado por numerosos Padres conciliares”, había decidido insertar el nombre de San José en el Canon de la Misa, inmediatamente después del de la Santísima Virgen María. Esta medida debía servir en adelante para recordar que San José había sido el patrón del Concilio Vaticano Segundo. “Esta decisión del Santo Padre –añadió el Cardenal– entrará en vigor el próximo 8 de diciembre y mientras tanto la Sagrada Congregación de Ritos preparará los documentos necesarios".

«El cardenal Montini debía decir más tarde que esta iniciativa inesperada había sido
“una sorpresa dada al Concilio por el Papa”.

«Ciertos medios criticaron severamente a Juan XXIII por haber tomado lo que llamaron una medida independiente mientras el concilio ecuménico se hallaba en plenos trabajos. En efecto, este decreto no era sino el resultado de campañas, esporádicas pero intensas, llevadas a cabo desde 1815: cientos de miles de firmas de obispos y de laicos habían llegado al Vaticano. Esas campañas habían sido especialmente intensas cuando se anunció la convocatoria del primer Concilio Vaticano por Pío IX y la del segundo Concilio Vaticano por Juan XXIII. Nada más conocerse esta última, Mons. Joseph Phelan, de la iglesia de San José de Capitola en California, había difundido, con la ayuda de sus parroquianos, una petición que logró recoger unas 150.000 firmas.

«La principal responsabilidad de la medida tomada por Juan XXIII incumbía, sin embargo, a los Padres de la Santa Cruz Roland Gauthier y Guy Bertrand, directores del centro de investigación y documentación del Oratorio de San José de Montréal, que en 1961 habían escrito un folleto de 75 páginas en el que se reseñaba la historia de estas campañas. En él se exponía cómo la inserción del nombre de San José después del de la Santísima Virgen María en el Canon de la Misa tendría como efecto, doctrinal y litúrgicamente, el reconocimiento oficial de la preeminencia de la santidad de San José sobre la de todos los santos, excepto María. En colaboración con los carmelitas descalzos de la Sociedad Iberoamericana de Josefología de Valladolid y con los Padres de San José del beato Leonardo Murialdo del centro de investigación San Jose de Viterbo, aquellos dos padres de la Santa Cruz habían podido hacer publicar las traducciones inglesa, francesa, española, portuguesa e italiana de su folleto, de las cuales hicieron llegar un ejemplar juntamente con una petición a los Padres conciliares bastante antes de la apertura del Concilio.

«A mitad de marzo de 1962, habían sido remitidos seis volúmenes de peticiones firmadas por 30 cardenales, 436 patriarcas, arzobispos y obispos y 60 superiores generales a Juan XXIII, quien, después de haber examinado las firmas, dijo:
“Algo se hará por San Jose”. Estas firmas no hacían sino confirmar su deseo personal efectivamente algo de especial en honor a San José, hacia el cual profesaba desde niño una especial devoción.

«El 19 de octubre, tres días antes que se abriera la discusión del esquema sobre la liturgia en el aula, el P. Edward Heston, de los Padres de la Santa Cruz, que había remitido las peticiones en nombre de los tres centros arriba mencionados, había sido oficialmente informado que el Sumo Pontífice había decidido dar curso a la propuesta y que iba a decretar la inserción del nombre de San José en el Canon de la Misa».

El 13 de noviembre se anunció en el aula conciliar “la soberana decisión” de Juan XXIII. Ese mismo día un decreto de la Sagrada Congregación de Ritos, firmado por el cardenal Larraona, prefecto, y Mons. Dante, secretario, la hacía pública y obligatoria. Fue ésta la única modificación que se hizo a la edición típica del Misal Romano de 1962 hasta la recentísima de Benedicto XVI cambiando el formulario de la oración solemne del Viernes Santo por los judíos. Se trató, desde luego, de un enriquecimiento deseable y deseado, y de un acto de justicia hacia el Glorioso Patriarca, que aparecía por fin mencionado en el Sacrificio de aquella Redención en cuya economía tanto tuvo que ver, hasta el punto que, como dice el jesuita P. Alcañiz, entre en cierta manera en el orden hipostático, que contribuyó de peculiar manera a constituir.



Ejercicio diario para el mes de marzo

Este ejercicio consta de cinco oraciones sacadas del precioso devocionario clásico Coeleste Palmetum y de las Letanías a San José aprobadas por San Pío X en 1905. Ponemos los textos en latín y su respectiva traducción española.



I. Oratio, qua S. Ioseph in patronum eligitur

O S. IOSEPH, Redemptoris mei Christi Iesu fidelis oeconome ac nutricie, castissime Virginis Deiparae sponse! Ego NN. te hodie in patronum et advocatum meum singularem eligo, firmiterque propono, me numquam te derelictum, nec permissurum, ut a quoquam ex meis subditis aliquid contra tuum honorem agatur. A te igitur peto suppliciter, ut me in clientem perpetuum suscipere, in rebus dubiis instruere, in adversis solari, in hora denique mortis defendere ac protegere dignaris. Amen.

Pater, Ave et Gloriapatri


I. Oración para elegir a San José como patrono

¡Oh San José, ecónomo y nutricio de mi Redentor Jesucristo y castísimo esposo de la Virgen Madre de Dios! Yo NN. Te elijo como patrono y abogado mío y propongo firmemente que nunca dejaré ni permitiré que ninguno de los que me están sometidos haga alguna cosa contra tu honor. A ti, pues, pido suplicante que te dignes aceptarme como perpetuo devoto tuyo, instruirme en las dudas, confortarme en las adversidades y defenderme y protegerme en la hora de la muerte. Así sea.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria



II. Oratio, ad impetrandam D. Ioseph intercessione gratiam pie communicandi

O BEATISSIME IOSEPH, quanta tibi a Deo gratia concessa est, quod unigenitum eius Filium in carne (quem tot reges videre frustra exoptarunt) non tantum videris, sed et brachiis paterno affectu amplexus fueris! Utinam ego hoc tuo exemplo inflammatus, et patrocinio adiutus, Dominum ac Redemptorem meum Christum Iesum simili amoris ac reverentiae affectu complectar in sanctissimo Altaris Sacramento, quo merear eundem posthac aeternum complecti in caelis. Amen.

Pater, Ave et Gloriapatri



II. Oración pidiendo a San José que nos alcance la gracia de comulgar piadosamente

¡Oh, Santísimo José, cuánta es la gracia que recibiste de Dios, no sólo de ver a su Hijo Unigénito encarnado (por lo que tantos patriarcas y reyes suspiraron), sino también de estrecharlo entre tus brazos con afecto paternal! Ojalá yo, inflamado por tu ejemplo y ayudado por tu patrocinio, me una en estrecho abrazo de parecidos amor y reverencia, en el Santísimo Sacramento del Altar, a mi Señor y Redentor Jesucristo, al que pueda abrazar después de esta vida eternamente en el cielo. Así sea.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria



III. Oratio, ut S. Ioseph in via vitae huius ducem et comitem impetremus

O S. IOSEPH! qui tanquam pater et manuductor Christum Iesum in pueritia et iuventute per omnes peregrinationis humanae vias fidelissime deduxisti: et mihi obsecro in vitae meae peregrinatione tanquam comes et ductor assiste, nec unquam permitte me a via mandatorum Dei declinare; sis in adversis praesidium, in aerumnis solatium, donec tandem ad terram viventium perveniam, ubi tecum et sanctissima sponsa tua Maria, omnibusque Sanctis aeternum in Deo Iesu meo exultem. Amen.

Pater, Ave et Gloriapatri



III. Oración para invocar a San José como guía y compañero en el camino de esta vida


¡Oh San José, que como padre y mentor fidelísimamente condujiste a Jesucristo durante su infancia y juventud por los senderos del humano discurrir! También a mí asísteme como compañero y guía a través de todas las vicisitudes de mi vida y no permitas que me desvíe del camino de los mandamientos de Dios. Sé para mí refugio en las adversidades y consuelo en las penas, hasta que llegue finalmente a la tierra de los vivos, donde contigo y tu Santísima Esposa María, así como con todos los Santos, exulte para siempre en mi Dios y Señor Jesucristo. Así sea.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria


IV. Oratio, ad quaelibet D. Ioseph intercessione impetranda

O S. IOSEPH! cui Iesus hic in terris sese subiecit, prompteque oboedivit, quemque singulari semper honore et amore prosecutus est; quomodo idem in caelis, ubi tua nunc remunerantur merita, quidquam tibi denegabit? Ora pro me, o S. Ioseph! gratiamque impetra imprimis, ut peccata omnia serio detester et fugiam, praesertim ista NN. vitam in melius emendem, constanterque me in virtutum studio impendam, praesertim istarum NN ab his NN tentationibus, et peccati occasionibus, quibus anima mea in periculum damnationis induci posset, et ab afflictione ac miseria hac N. nisi divinae id voluntati, meaeque saluti adversetur, liberer. In his tamen et aliis omnibus totum me divino arbitrio et dispositioni, tuaeque paternae fidei, O S. Ioseph! subiicio et committo. Amen.

Pater, Ave et Gloriapatri


IV. Oratio para pedir a San José una gracia

¡Oh San José, a quien Jesús quiso someterse aquí en la tierra, obedeció con diligencia y honró siempre con especial homenaje y amor!, ¿cómo en el cielo, donde tus méritos se ven recompensados, te negará Él algo? Ruega por mí, San José, y obtén para mí estas gracias: ante todo, la de detestar y huir seriamente de todos mis pecados; especialmente, la de enmendar mi vida en esto, esto y esto; que me consagre con empeño y constancia a la práctica de las virtudes, en particular ésta y ésta; y la de ser librado de estas tentaciones (señalar), de las ocasiones de pecar, que pueden conducir mi alma a la condenación eterna, y de esta aflicción y miseria (señalar) si ello no se opone a la divina voluntad y a mi salvación. En estas cosas como en todas las demás me someto y me encomiendo al divino arbitrio y sus disposiciones y a tu paternal protección, ¡oh San José!

Padrenuestro, Avemaría y Gloria

V. Oratio, pro felici morte impetranda

O S. IOSEPH! qui in suavissimo Iesu clientis tui, et dulcissimae sponsae tuae Mariae complexu ex hac vita emigrasti: succurre mihi, o S. Pater! cum Iesu et Maria, tunc potissimum, quando mors vitae meae finem imponet; illudque (quod unice peto) solatium mihi impetra, ut in iisdem sanctissimis Iesu et Mariae brachiis exspirem. In manus vestras vivens et moriens commendo spiritum meum, Iesus, Maria, Ioseph! Amen.

Pater, Ave et Gloriapatri



V. Oración para implorar una buena muerte

¡Oh San José, que saliste de esta vida en los brazos suavísimos de tu hijo adoptivo Jesús y de tu dulcísima Esposa María! Socórreme, sobre todo, oh Santo Patriarca, junto con Jesús y María cuando la muerte ponga fin a mi vida, y obtén para mí el consuelo (que es el único que pido) de expirar en aquellos mismos brazos de Jesús y de María. En vuestras manos, en la vida y en la hora de la muerte, encomiendo mi espíritu, oh Jesús, María y José! Así sea.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria



Iesu, Maria, Ioseph, vobis cor et animam meam dono
Iesu, Maria, Ioseph, adstate mihi in extreme agóne.
Iesu, Maria, Ioseph, in pace vobiscum dormiam et requiescam.

Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.
Jesús, José y María, expire en paz con vosotros el alma mía.



Litaniae Sancti Ioseph

Kyrie, eleison
Christe, eleison
Kyrie, eleison
Christe, audi nós
Christe, exaudi nós

Páter de caelis, Déus, miserere nobis
Fili, Redémptor mundi, Déus, miserere nobis
Spíritus sancte, Déus, miserere nobis
Sancta Trínitas, unus Déus, miserere nobis

Sancta María, ora pro nobis (se repite en cada una de las invocaciones)

Sancte Ióseph
Proles Dávid ínclyta
Lumen Patriarchárum
Déi Genitricis sponse
Custos pudice Vírginis
Fílii Déi nutrície
Christi defénsor sédule
Almae Famíliae praeses
Ióseph iustíssime
Ióseph castíssime
Ióseph prudentíssime
Ióseph fortíssime
Ióseph obedientíssime
Ióseph fidelíssime
Spéculum patiéntiae
Amátor paupertatis
Exémplar opíficum
Domésticae vitae decus
Custos vírginum
Familiárum cólumen
Solátium miserórum
Spes aegrotántium
Patrone moriéntium
Térror daémonum
Protéctor sanctae Ecclésiae

Agnus Déi, qui tollis peccata mundi, parce nobis, Dómine
Agnus Déi, qui tollis peccata mundi, exaudi nós, Dómine
Agnus Déi, qui tollis peccata mundi, miserere nobis

V. Constítuit éum dóminum domus súae.
R. Et príncipem omnis possesionis súae.

Oremus: Deus, qui ineffábili providéntia beátum Ióseph sanctíssimae Genitricis túae spónsum elígere dignatus es: praesta quaésumus; ut quem protectórem venerámur in terris, intercessórem habere mereámur in caelis: Qui vivis et regnas in saéculam saeculorum. R. Amen.

Fac nos innocuam, Ioseph, decúrrere vitam: sitque tua nobis tuta patrocinio.





Letanías de San José

Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad
Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos

Dios Padre celestial, ten misericordia de nosotros
Dios Hijo Redentor del mundo, ten misericordia de nosotros
Dios Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros
Trinidad Santa, un sólo Dios, ten misericordia de nosotros

Santa María, ruega por nosotros

San José, ruega por nosotros (se repite en cada invocación)
Ínclito descendiente de David
Lumbrera de los patriarcas
Esposo de la Madre de Dios
Custodio casto de la Virgen
Padre nutricio del Hijo de Dios
Solícito defensor de Cristo
Jefe de la Sagrada Familia
José justísimo
José castísimo
José prudentísimo
José fortísimo
José obedientísimo
José fidelísimo
Espejo de paciencia
Amador de la pobreza
Modelo de los obreros
Honra de la vida doméstica
Custodio de Vírgenes
Amparo de las familias
Solaz de los míseros
Esperanza de los enfermos
Patrono de los moribundos
Terror de los demonios
Protector de la Santa Iglesia

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, perdónanos, Señor
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, escúchanos, Señor
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten misericordia de nosotros.

V. Le constituyó dueño de su casa.
R. Y príncipe de todas sus posesiones.

Oremos: Oh Dios, que con inefable providencia te dignaste elegir a san José para esposo de tu Madre Santísima: te rogamos nos concedáis que, pues le veneramos como protector en la tierra, merezcamos tenerle por intercesor en el cielo: Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. R. Amén.

San José, haz que vivamos una vida inocente asegurada siempre bajo tu patrocinio.


(clicar en título de arriba para acceder al libro)


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchas gracias por esta página dedicada a hacernos conocer más al Glorioso San José.
Que lindo saber más sobre El, estoy encantada sobre todo con las oraciones a San José.
San José fue el Padre Adoptivo de Jesús, cuantas innumerables gracias y virtudes Dios lo habría dado para haber sido el padre de Dios:”Jesús”.
Que Dios les Bendiga abundantemente,
Melba

Anónimo dijo...

Dios les pague por este hermosos trabajo en propagación del culto al Glorioso Patriarca San José.