domingo, 18 de octubre de 2009

Una gran devoción peruana: el Cristo Morado



EL SEÑOR DE LOS MILAGROS



Como nos consta que tenemos muchos lectores peruanos que siguen este Costumbrario, hemos querido publicar hoy la Novena al Señor de los Milagros, precedida por una noticia histórica y una reflexión sobre la significación de esta devoción. La novena comienza mañana, día 19, para terminar el 27, como preparación a la festividad del Cristo Morado, que es el 28 de octubre, aniversario del terrible terremoto de 1746 y día en que sale en gran procesión de clausura del Crucificado, que congrega alrededor suyo a la mayor concentración de fieles católicos en el mundo entero.


Historia y reflexión


El mes de octubre se tiñe en el Perú, pero especialmente en Lima, de morado, el color de las religiosas nazarenas que, bajo la regla del Carmen descalzo, custodian la sagrada imagen del Santo Cristo de Pachacamilla, más conocido como el Señor de los Milagros, el divino patrón de la Ciudad de los Reyes y protector de toda la nación de la que es la capital telúrica, depositada entre el Pacífico insondable y los colosales Andes. El mes morado es con razón llamado “la cuaresma peruana”, pues todo él está dedicado a considerar el misterio de nuestra Redención en Jesús Crucificado y Su Pasión salvífica. Es por ello por lo que, por especial privilegio de la Santa Sede, la ley del ayuno cuaresmal, común a todos los católicos, obligaba a los peruanos los viernes de octubre en lugar de los anteriores a la Pascua Florida. La procesión que acompaña al Señor de los Milagros y que es la manifestación religiosa periódica más grande del mundo, constituye un plebiscito de catolicidad. Marchan en ella fieles de todo el rico caleidoscopio racial de un país mestizo, en el que la diversidad es una riqueza; también acuden devotos de todas las clases sociales y de todas las condiciones, porque ante la imagen pintada por un esclavo negro no cabe la acepción de personas; hasta el poder político hinca su rodilla reverente al paso del Cristo Morado, Rey indiscutible del Perú.

Esta devoción que los peruanos llevan consigo allí donde van, extendiéndola en las latitudes más insospechadas como signo inequívoco de su identidad, nació del modo más humilde, en uno de los barracones donde transcurrían su existencia los esclavos negros llamados angolas (por ser su origen de la colonia portuguesa de Angola) en el barrio limeño de Pachacamilla, donde había florecido la antigua y señorial civilización de Pachacamac antes de la llegada de los españoles. Había allí una cofradía fundada por aquellos hombres a mediados del siglo XVII. Uno de ellos, a quien se le daban bien los pinceles, pintó al temple sobre una de las cuatro paredes sin cimentar, que constituían su lugar de reunión, un Cristo en la Cruz para satisfacer la devoción de sus hermanos. Su culto, en medio de una ciudad tan devota y santurrona como riente y pecadora, hubiera pasado desapercibido de no haber sido por uno de esos periódicos terremotos que los limeños ven como advertencias del cielo llamándolos a la penitencia.

Eran las 2:45 de la tarde del 13 de noviembre de 1655 cuando un terrible movimiento sísmico estremeció Lima y el puerto del Callao, derribando la mayor parte de las edificaciones y causando miles de muertos. Las barracas de los angolas se vinieron abajo, aunque milagrosamente no pereció ninguno de ellos. Entre los escombros se alzaba indemne la pared donde estaba pintado el Cristo de Pachacamilla, aunque nadie reparó en ello hasta quince años después, cuando Antonio León, vecino de la parroquia de San Sebastián, descubrió la imagen y comenzó a venerarla, construyendo una ermita para cobijarla. A ella comenzaron a acudir los devotos, sobre todo al conocerse que León había sido milagrosamente curado de un tumor maligno que le producía terribles jaquecas. La afluencia de fieles fue tal que, con pretexto de la devoción, comenzaron a producirse ciertos desórdenes y a mezclarse con los actos de piedad otros que nada tenían que ver con la religión. La autoridad civil, de acuerdo con la eclesiástica, decidió entonces acabar con el culto y mandó borrar la imagen.

Entre el 6 y el 13 de septiembre de 1671, una comitiva oficial, acompañada de un destacamento de soldados, se presentó ante la ermita para cumplir la orden. Varias veces se intentó destruir la pintura y otras tantas los ejecutores fracasaron, sintiéndose paralizados cuando se encontraban cara a cara con el trasunto del Crucificado. La gente comenzó a elevar sus protestas, que llegaron a oídos del conde de Lemos, virrey del Perú. Éste, que era hombre muy religioso, revocó la orden viendo en lo acontecido una clara señal de Dios. Al día siguiente, 14 de septiembre, festividad de la Exaltación de la Cruz, se celebró la primera misa ante el que ya comenzaba a ser llamado Señor de los Milagros o de las Maravillas. Hubo gran concurso de gentes, llegadas de todas las partes de la ciudad. Desde entonces la devoción no hizo sino incrementarse. Con la anuencia del Virrey fue nombrado primer mayordomo de la llamada “Ermita del Santo Cristo de los Milagros” don Juan de Quevedo y Zárate. El lugar quedaba así bajo la protección de las leyes civiles y canónicas. El conde de Lemos hizo cimentar la pared y colocar un altar bajo ella, así como construir la que se llamó la Capilla del Santo Cristo de la Pared.

Pero el 20 de octubre de 1687, a las 4:45 de la madrugada, un nuevo terremoto azotó Lima y el Callao, arrasando casi por completo la ciudad y su puerto. Toda la magnificencia arquitectónica de la gran metrópoli del Imperio español de Ultramar desapareció en pocos minutos. A las 6:30, una réplica tan intensa como el sismo original acabó por derribar lo que había sobrevivido a éste. La ermita del Santo Cristo y su capilla se vinieron abajo, pero la pared con la imagen volvió a salvarse de la ruina, quedando inexplicablemente en pie. El mayordomo de entonces, don Sebastián de Antuñano, hizo reconstruir de su peculio la ermita y encargó una copia en tela y al óleo del Cristo de Pachacamilla para sacarla en procesión los días 18 y 19 de octubre de cada año, en memoria del terrible terremoto, para pedir misericordia por Lima. Actualmente sigue saliendo en esos días el Señor de los Milagros, mientras sus devotos cantan estos versos que gritan los peruanos cada vez que tiembla la tierra:

¡Aplaca, Señor, tu ira,
tu justicia y tu rigor!
Por tu Santísima Madre,
¡misericordia, Señor!

Don Sebastián de Antuñano, hacia el final de sus días, trabó conocimiento con la Madre Antonia Lucía del Espíritu Santo, fundadora de un beaterio en el Callao con el nombre de Colegio de las Nazarenas. Al fracasar éste por intrigas de los benefactores, se trasladó a Lima, donde en 1700 Antuñano le hizo donación de los terrenos de su propiedad en Pachacamilla y el santuario del Santo Cristo, para que estableciera su beaterio en aquéllos y se encargara de la custodia y mantenimiento de éste. La Madre Antonia fundó, pues, una nueva comunidad de Nazarenas, que vestían hábito morado, color que distinguió desde entonces a los devotos del Señor de los Milagros, aunque tardó años en ser reconocido el beaterio por la autoridad. Fue bajo el gobierno de la segunda superiora y sucesora de la Madre Antonia, Sor Josefa de la Providencia cuando se obtuvo la aprobación de la Corona y de Roma. En 1720, el rey Felipe V dio una Real Cédula autorizando la erección del beaterio. Siete años más tarde, el papa Benedicto XIII expidió el breve mediante el que aprobaba la fundación de las Nazarenas, poniéndola bajo la regla de las carmelitas descalzas y erigiéndola canónicamente como monasterio de clausura, el cual fue solemnemente inaugurado el 11 de marzo de 1730.

Una nueva y tremenda prueba iba a experimentar la capital fundada por Pizarro. El 28 de octubre de 1746, a las 10:30 de la noche, la sacudió el más catastrófico terremoto de su historia, que fue acompañado de un espantoso maremoto que engulló el Callao y mató a la casi totalidad de sus 5.000 habitantes (sólo sobrevivieron 300). Por segunda vez en menos de sesenta años, Lima quedaba casi totalmente asolada. El horror causado por este fenómeno telúrico fue un preludio del que recorrería Europa con ocasión del terremoto de Lisboa, que habría de tener lugar de allí en nueve años. Dato curioso fue que una estatua ecuestre del rey Felipe V, que se hallaba apostada en el Puente de Piedra sobre el Río Rímac, se vino abajo (la noticia de la muerte del Rey debía llegar a Lima). Pues bien, por tercera vez, la imagen del Santo Cristo de Pachacamilla quedó indemne en medio de la general destrucción. Se decidió entonces que cada año saldría también en procesión el 28 de octubre, en recuerdo del terremoto. Y hasta hoy es en ese día cuando se clausura el mes morado mediante el último paseo del Señor de los Milagros por su ciudad. El monasterio de las Nazarenas fue reedificado y se construyó la nueva y magnífica iglesia gracias al virrey catalán don Manuel de Amat y Junyent, de los marqueses de Castellbell, que puede ser considerado como su gran benefactor junto con don Sebastián de Antuñano.

Después de recorrer la historia del origen de esta gran devoción, conviene que consideremos lo que ella implica y a qué compromete a sus devotos: penitencia, sacrificio y sentido sobrenatural de las cosas. La vida no es cosa fácil, pero se hace llevadera cuando la vemos bajo la luz de Dios, que, a pesar de todo, siempre cuida providentemente a cuantos le aman. Hoy está de moda un racionalismo que se niega a leer en los fenómenos naturales y en los acontecimientos lo que Dios quiere decirnos a través de ellos. Pero quienes tienen una fe sencilla y sólida saben que nada ocurre porque sí y que Nuestro Señor se sirve hasta de las tragedias para aleccionarnos en orden a nuestra salvación. Lo hizo en los tiempos bíblicos y lo sigue haciendo hoy, cuando el engreído género humano se cree tan adelantado y se yergue con tanta autosuficiencia. Dios es el Señor de la Historia. La devoción del Señor de los Milagros, tan ligada a la historia telúrica de un pueblo, es un tesoro que nos enseña a todos a vivir en sintonía con ese Dios que no es el dios difuso y abstracto de los filósofos y los científicos, sino el que se hizo Hombre y subió a esa Cruz bendita desde la que reina sobre Lima y sobre todos los peruanos estén donde estén a través de su bendita imagen del Cristo Morado.




Novena al Señor de los Milagros


Por la señal (+) de la Santa Cruz, de nuestros (+) enemigos líbranos (+) Señor Dios nuestro. (+) En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío. Por ser vos quien sois, bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón el haberos ofendido. Propongo firmemente nunca más pecar, apartarme de todas ocasiones de ofenderos, confesarme bien, y cumplir la penitencia que me fuera impuesta. Amén.


Oración Preparatoria

Adorabilísimo Jesús Crucificado, Hijo de Dios vivo, que habéis venido del cielo a la tierra, y os habéis sacrificado, muriendo en una Cruz para salvarnos, yo os reconozco por mi verdadero Dios, mi Padre, mi Salvador y mi Redentor, mi única esperanza en la vida y en la muerte, y mi única salvación posible en el tiempo y en la eternidad.

Me tengo por indigno, Señor y Dios mío, de presentarme ante vuestra Majestad por mi gran miseria y muchas culpas, pero ya me arrepiento de ellas y confiado en vuestra grande misericordia, acudo a Vos, Dios Todopoderoso y verdadero Señor de los Milagros, suplicando humildemente os dignéis hacer uso de vuestra omnipotencia, obrando milagros de misericordia en mi favor y en el de todos nosotros.

Aplacad Señor Misericordiosísimo vuestra justa indignación provocada por nuestros pecados, calmad las iras de la tierra, del mar, y de los elementos para que no seamos castigados con terremotos, tempestades, pestes, guerras, ni otras calamidades que de continuo nos amenazan, libradnos, Salvador nuestro amorosísimo, de todo mal y peligro en la vida y en la muerte, y obrad el mayor de vuestros milagros en favor nuestro, haciendo que os amemos y sirvamos de tal suerte en este mundo, que merezcamos veros y gozaros en el cielo, donde con el Padre y el Espíritu Santo vivís y reináis Dios, Uno y Trino, en infinita gloria, por los siglos de los siglos. Amén.

Medítese y pídase lo que se desea obtener del Señor por medio de esta Novena. Luego se reza 5 Padrenuestros, 5 Ave Marías, y 5 Glorias en referencia a las cinco Llagas del Señor, y por tres veces la siguiente súplica:


Aplaca Señor tu ira,
Tu justicia y tu rigor,
por tu Santísima Madre,
¡Misericordia Señor!


Oración a la Santísima Virgen María
bajo la advocación de
Nuestra Señora de la Nube

(Repítase al final de cada Novena)

Oh Virgen Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra! Por la gran bondad de vuestro maternal corazón oíd benigna los ruegos de todos nosotros que acudimos a vos, no nos abandonéis, dulcísima Virgen María ni consintáis en nuestra ruina y perdición. Mirad con ojos de misericordia y compasión a nuestra ciudad de Lima y a todos sus moradores. ¿Qué sería de nosotros y qué valdrían nuestras súplicas ante el Señor a quien tanto hemos ofendido, si no fuera por vuestra intercesión? Compadeceos pues, misericordiosísima Madre nuestra, de estos desgraciados pecadores que, aunque tan ingratos, son hijos vuestros. Conseguidnos, una vez más el que hallemos gracia y misericordia delante del Señor: alcanzadnos los favores que pedimos en esta Novena y cuanto Vos sabéis que necesitamos, principalmente: el perdón de nuestros pecados, el remedio de nuestras necesidades, la perseverancia en el bien, una santa muerte, y la gloria eterna del Cielo. Y para más obligaros os saludamos con una Salve (récese).



Las Sahumadoras


Consideraciones para cada día de la novena

DIA PRIMERO

Consideración de la excelencia de esta devoción

Considera Alma mía, cómo la devoción al Señor de los Milagros, ha sido siempre entre nosotros, y sigue siendo todavía, un medio de que se vale este Divino Señor para conceder especiales favores y gracias a los individuos, a las familias, y aún a todo el pueblo. De las almas que acuden con fe y devoción a este Señor de los Milagros, podemos decir espiritualmente y en verdad, que los ciegos ven, los sordos oyen, los enfermos sanan, los muertos resucitan, y quienes se iban a perder, se salvan. ¿Y quién podrá decir los secretos milagros que hace este mismo Señor en favor de las familias que tienen la suerte de contar en su seno con alguna persona devota que a El acude con fe y confianza? La ciudad misma, tan expuesta a temblores de tierra, tal vez se hubiera arruinado mil veces y hubiéramos sido sepultados todos entre ruinas y escombros, si no fuera por la gran devoción a este Señor de los Milagros. ¿Y no es un verdadero milagro el que después de haber pecado no hayamos perecido para siempre y sin remedio? Sí, Dios mío, grande milagro de vuestra misericordia es el mantenernos vivos, capaces de salvación y penitencia cuando hoy más que nunca, merecemos vuestra justa indignación. Haced Redentor amabilísimo, que me aproveche de esta vuestra misericordia y me salve para siempre. Amén.


DIA SEGUNDO

Consideración sobre la necesidad de acudir al Señor de los Milagros

Considera, alma mía, cuán grande necesidad hay de que se acuda con fe y confianza a implorar misericordia y perdón por los pecados a fin de que el Señor a quien tanto y tan gravemente ofende, no nos castigue, movido por su justa indignación, antes bien nos perdone y libre de los castigos que nuestros pecados merecen. Por no haberse hallado en Sodoma y Gomorra diez justos siquiera que rogaran al Señor, como refiere la Sagrada Escritura castigó Dios con terrible destrucción aquellas poblaciones pecadoras. En otra ocasión, debiendo el mismo Señor castigar a Jerusalén por ciertos pecados, sólo exigía del profeta Jeremías las oraciones y méritos de algún justo para usar misericordia. ¡Cuánto valen y de cuánto sirven las almas buenas que ruegan al Señor! Por ellas tiene Dios paciencia con todos nosotros y como dice en el Santo Evangelio: "no arranca la cizaña por no arrancar con ella el trigo." Así por algunas personas piadosas que vengan a orar con mérito ante este Señor de los Milagros podrá ser que haya misericordia para todos y seamos libres de muchas y tremendas desgracias que nuestros pecados reclaman. Acude, pues, alma mía a este Divino Señor, llora tus pecados y los pecados de todos, a fin de que libre de todo mal seamos salvos en el tiempo y en la eternidad. Amén.


DIA TERCERO

Consideración sobre los bienes que tenemos en el Señor de los Milagros

Considera, alma mía, como en Jesucristo Crucificado, verdadero Señor de los Milagros, tenemos todos los bienes que podemos desear y hemos de necesitar, y el mayor de todos los bienes, que es tener como cosa nuestra a este Divino Señor, Hijo de Dios vivo, e igual al Padre, en quién están encerrados todos los tesoros de grandeza, de riqueza y de gloria. El Padre celestial nos lo ha dado y El se ha entregado por nosotros y se nos ha dado también haciéndose todo para todos. El es para nosotros cuanto hay de bueno y amable. Es nuestro Padre, nuestro Maestro, nuestro Amigo, nuestro Redentor, nuestro Bienhechor, nuestro Glorificador, nuestro Dios. Se nos dio por hermano y compañero en esta vida en su admirable nacimiento, se nos dio por manjar delicioso en la Sagrada Eucaristía, se nos dio por precio de nuestro rescate y medio de salvación en la muerte de cruz, y se da por premio y eterna gloria en la inmortalidad. ¡Oh si conocieses y comprendieras alma mía la grandeza de este don y los infinitos bienes que en él se encierran! Todo lo tenemos en El: no hay milagro que no nos pueda hacer, ni bien alguno, para nosotros, que no esté dispuesto a concederlo, si se lo pedimos con fe. ¡Oh Dios de mi alma! Haced que yo sea todo vuestro para que Vos, sumo bien, que encerráis todos los bienes, seáis todo mío en el tiempo y en la eternidad. Amén.


DIA CUARTO

Consideración sobre los consuelos que tenemos en el Señor de los Milagros

Considera, alma mía, cuánta dulzura y consolidación se encuentra siempre en Jesucristo Crucificado. En El encontró la pobre Magdalena consuelo a su pena y satisfacción a su amor. En El halló, el arrepentido ladrón, el perdón de sus crímenes, el remedio de sus tristezas en su agonía y un paraíso de goces eternos por galardón. En El, como fuente inagotable de caridad y de amor, bebió en abundancia su discípulo amado, la vida y la consolidación. ¿Y no hace siempre este amantísimo Redentor, semejantes prodigios de misericordia y de amor hacia los que le invocan con fervor? A los pies de este Dios de consolidación, vienen los desgraciados pecadores a derramar su dolor con lágrimas y encuentran misericordia y compasión. De las manos benditísimas de este Señor Crucificado reciben los justos, con abundancia de gracias y bendiciones, el más poderoso y constante apoyo de su virtud. En el Sacratísimo Corazón de este Divino y amante Redentor podemos hallar todos nosotros raudales infinitos de ternura, compasión, misericordia, luz, gracia y amor. Alma mía, levántate de la postración en que te encuentras, corre a los pies de tu amantísimo Salvador, entre el espíritu por la abertura de su sagrado Corazón, bebe de la fuente de su divino amor en seta vida para que la goces con inefable hartura en la gloria eterna. Amén.


DIA QUINTO

Consideración sobre la confianza que debemos tener en el Señor de los Milagros

Considera, alma mía, cómo Jesucristo Crucificado, con sus manos llagadas, su pecho herido y su corazón abierto nos declara de la manera más elocuente que no nos abandona, que nos ama siempre, que se sacrifica y muere por nuestra salvación. El nos repite las palabras llenas de ternura que decía a la multitud que le rodeaba: "Venid a mí todos los que estáis afligidos y padecéis trabajos y yo os consolaré." "Tengo sed de vuestro amor y deseo vuestra salvación", "Quiero recibiros en mis brazos y estrecharos sobre mi corazón. Quién desconfiará teniendo un Redentor tan misericordioso? Además es nuestro Abogado delante del Padre Celestial y por eso nos dice el Apóstol San Juan: "Hijos míos, no pequéis, pero si alguno pecare, no desconfíe, porque tenemos por abogado ante el Padre a Jesucristo su Hijo." Y como nos aconseja el Apóstol San Pablo: "Teniendo un Pontífice y Medianero tan grande como Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que penetró en los cielos y está sentado a la diestra del Padre y es igual a El, acudamos con eterna confianza al trono de su misericordia, seguros de alcanzar las gracias que necesitamos". Este trono de misericordia se ofrece a nosotros en la sagrada Imagen del Señor de los Milagros. Entonces pues, alma mía, acude a este divino señor, segurísima de que todo cuanto pidas al Padre Celestial en su nombre se te concederá y El mismo te lo concederá. Si Dios mío, así lo creo porque Vos lo dijisteis, y así lo hago abriendo mi corazón y descubriendo humildemente mis necesidades para que Vos, Salvador del mío las remediéis y me salvéis eternamente. Amén.


DIA SEXTO

Consideración sobre las virtudes que nos enseña El Señor de los Milagros

Considera, alma mía, cómo Jesucristo Señor Nuestro, nos da ejemplo de todas las virtudes que debemos practicar para conseguir nuestra salvación. El fue humilde con la más profunda e incomprensible humildad en su Encarnación. El fue humilde con la más profunda e incomprensible humildad en su Encarnación, fue pobre con asombrosa pobreza en su Nacimiento, obedecía a María y a José, a la vez que cumplía fielmente toda la Ley. Cuán tierno fue este Divino Señor con los niños, cuán indulgente con los pobres pescadores, cuán Clemente con Magdalena, cuán bueno con Juan y cuán benigno y dulce con el mismo Judas! El permanecía tranquilo ante ultrajes, sufría con paciencia inalterable las contrariedades, amaba, tiernamente a la humanidad, amaba, principalmente en sus últimos instantes, bendecía con su bondadosas miradas, perdonaba a sus enemigos y moría por la salvación de todos los hombres. Cómo quieres alma mía que El te atienda y proteja siendo tu conducta tan opuesta la suya? Aprende, pues, alma mía a ser buena como El, humilde como El, pobre y desprendida como El, obediente y mansa como El, paciente y misericordiosa como El, y si alguna vez fuese necesario sufrir y padecer, acuérdate que El, primero derramó su sangre y dio su vida por ti. Oh Jesús de mi vida! Haced el gran milagro de reproducir en mi vuestras virtudes, de suerte que llegue a ser semejante a Vos en este mundo para que también lo sea eternamente en el Cielo. Amen.


DIA SEPTIMO

Consideración sobre la pasión de Jesucristo Señor de los Milagros

Considera, alma mía, lo mucho que padeció el Señor en su sacratísima Pasión. Míralo llegar al Huerto de Getsemaní con sus queridos discípulos y apartándose un poco de ellos, comenzar su oración, angustiarse profundamente, sudar sangre divina por todo su cuerpo y entrar en mortal agonía cayendo en el suelo oprimido por la consideración de nuestros pecados. Obsérvalo luego recibiendo el beso de Judas a la vez que entregado al poder de sus enemigos llevado preso por las calles de Jerusalén a los tribunales de Anás, Caifás, Herodes y Pilatos, despojando de sus vestiduras sagradas y atado a la columna de la flagelación, vertiendo a torrentes su sangre divina por horrible azotamiento. Sentado después en el banco de ajusticiado, fue escupido, abofeteado, burlado y coronado de espinas. Por fin sentenciado a muerte, obligado a llevar sobre sus hombros la Cruz en que ha de ser inmolado, cayendo bajo su peso enorme consolando a las piadosas mujeres que le siguen llorando, y en la cima del Calvario extendiendo sus brazos sobre la Cruz para ser crucificado, sufriendo en su cuerpo y alma lo que ya no se puede concebir y muriendo enclavado en la Cruz con un amor y una bondad jamás vista entre los hombres. Oh Jesús mío Crucificado! No permitáis que sean inútiles para mí los grandes sufrimientos de vuestra Pasión Santísima. Por lo mucho que mi alma os ha costado, salvadla. Redentor amorosísimo, de todo pecado en esta vida y de la muerte eterna en la otra. Amén.


DIA OCTAVO

Consideración sobre la Muerte de Jesucristo Señor de los Milagros

Considera, alma mía, cómo el milagro de los milagros de Jesucristo fue su muerte preciosísima. Nadie ni nada podía haberle quitado la vida, porque tenía potestad de dejarla y tomarla, era El mismo, la vida y manantial de toda clase de vida, pero se ofreció a la muerte para que nosotros, sin menoscabo de la justicia eterna, pudiéramos vivir eternamente. Murió en efecto por la fuerza de los dolores que padeció en la Cruz, y así sufrió desfallecimiento por la abundancia de sangre, que de sus heridas derramaba y, como sus venas se vaciaban de sangre, comenzó a desnudarse su divino rostro y languideció su sagrado cuerpo, hasta que, faltándole las fuerzas expiró… Las tinieblas se extendieron entonces sobre la tierra, se rompieron las piedras, abriéndose los sepulcros de algunos muertos y el velo del templo se rasgó en dos partes. El Centurión y los soldados, viendo los portentos de tan sangriento como sagrado espectáculo exclamaron: Verdaderamente este era el Hijo de dios…! Y hasta la turba del pueblo, que había asistido a tan tremenda tragedia, se volvió a la ciudad hiriéndose los pechos en señal de dolor y sentimiento por la muerte del Señor Crucificado. Oh Salvador del mundo! No permitáis que sea yo más insensible que la tierra, más duro que los peñascos y más cruel que los verdugos que os sacrificaron! Haced en mí semejantes milagros cubriendo mi alma de tristeza santa por mis pecados, conmoviendo mi corazón con sentimientos de dolor y de amor y haciendo que yo no viva sino para Vos, que habéis muerto por mí, a fin de que llegue a gozaros en la gloria eterna. Amen.


DIA NOVENO

Consideración sobre la Resurrección del Señor de los Milagros

Considera, alma mía como ese Señor y Dios nuestro, que murió en la Cruz, resucitó saliendo gloriosísimo del sepulcro, se apareció a la Virgen Santísima su divina Madre, a sus apóstoles y discípulos, conversó y trató familiarmente con ellos por espacio de cuarenta días, al fin de los cuales, viéndolo todos, subió a los cielos en admirable y gloriosa ascensión. De allí, del cielo ha de volver otra vez al mundo a juzgar a los vivos y a los muertos. Entonces saldrán de sus sepulcros los hombres de todos los tiempos y de todas las naciones para presentarse ante este Divino Señor que hará ostensible, con gran gloria y majestad, su justicia eterna y universal en la condenación de unos y en la salvación de otros.

Ante este Soberano Jesús comparecerán los que le blasfemaron y crucificaron, los impíos y sacrílegos de todas las edades que le insultaron, todos los desgraciados pecadores que le despreciaron… También comparecerán los buenos, los Apóstoles, los Mártires, Confesores, Vírgenes y con ellos Ilustres penitentes, cuantos supieron arrepentirse a tiempo de sus pecados, cuantos le sirvieron y amaron. Y volviéndose hacia los buenos dirá: "Venid benditos de mi Padre, venid a poseer el reino de gloria que os está preparado desde el principio del mundo, entrad en la gloria de vuestro Dios y Señor"… A los malos les dirá "Id, malditos de mi Padre, id al fuego eterno del infierno..!" E irán éstos al suplicio eterno y los justos a la eterna gloria. Así terminarán las cosas de este mundo en aquel grande día del juicio universal, en eso pararán todos los asuntos de la vida, tal será también nuestro destino, o gozar eternamente de Dios en el cielo, o padecer eternamente con los demonios en el infierno… Oh Dios mío! Cómo he podido olvidarme de semejante asunto… Haced con vuestra gracia Salvador mío adorabilísimo que siempre os ame y sirva en este mundo, para que llegue a gozar con Vos y con los bienaventurados la eterna gloria del Cielo. Amen.


Mar morado



Himno del Señor de los Milagros

Señor de los Milagros, a Tí venimos en procesión
tus fieles devotos, a implorar tu bendición. (bis)

Faro que guía, da a nuestras almas
la fe, esperanza, la caridad,
tu amor divino nos ilumine,
nos haga dignos de tu bondad.

Señor de los Milagros, a Tí venimos en procesión
tus fieles devotos, a implorar tu bendición. (bis)

Con paso firme de buen cristiano
hagamos grande nuestro Perú,
y unidos todos como una fuerza
te suplicamos nos des tu luz.

Señor de los Milagros, a Tí venimos en procesión
tus fieles devotos, a implorar tu bendición. (bis)


sábado, 10 de octubre de 2009

Rosario Sacerdotal: Quinto Misterio Gozoso



EL NIÑO HALLADO EN EL TEMPLO
EN MEDIO DE LOS DOCTORES





“Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca. Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: "Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando." El les dijo: "Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?" Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres” (Luc. II, 42-52).

Tres enseñanzas podemos sacar de la consideración de este misterio. La primera es la del sacerdote como hombre versado en las cosas de Dios. El Niño Jesús con doce años va al Templo y se queda discutiendo con los doctores de la Ley, escuchándoles y preguntándoles, pero también respondiéndoles. Así también el sacerdote debe escuchar a los Padres y a los Doctores de la Iglesia, al Magisterio de los que tienen la misión de enseñar (que son el Papa y los Obispos), inquirir en los escritos de aquéllos y en los documentos de éstos, que constituyen el criterio seguro de la buena doctrina, investigar y ser capaz, asimismo, de responder y dar razón de la fe católica. Observemos cómo Jesús se muestra respetuoso de la Tradición judaica. Conoce la Ley y los Profetas, se interesa por la interpretación de sus especialistas y da su propia visión de las cosas, causando la admiración de sus oyentes. De modo semejante, el sacerdote debe ser un hombre imbuido de la Ley de Dios y de la doctrina católica, interesado en conocerla y en exponerla, pues ése es su cometido como colaborador del obispo en su potestad y misión de enseñar. No puede enseñar algo que no conoce; de ahí la suma importancia de su preparación y de su permanente disposición a profundizar en el magisterio de la Santa Madre Iglesia.

La segunda enseñanza se refiere al sacerdote como hombre de la casa de Dios. Su ordenación le vincula al altar al hacer de él un sacrificador, que actúa in persona Christi, renovando el sacrificio salvífico del Calvario incruentamente cada vez que dice la Misa. El altar es el centro de la iglesia, adonde los fieles van para nutrirse de la Palabra de Dios y de su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. También acuden a ella para reconciliarse con Dios y recibir su gracia a través de los demás sacramentos, que reciben del sacerdote como santificador. Así pues, el sacerdote, como sacrificador y santificador, es un hombre de iglesia: su sitio está allí, en la casa de Dios, cuyo celo debe consumirle. Al Niño Jesús le buscaron por todas partes, menos en el lugar que era más obvio: el Templo. Con esto se nos quiere significar que el lugar natural del sacerdote es su iglesia. Allí es donde debe buscársele y encontrársele de ordinario. Debe, además, huir de todo otro lugar que desdiga de su dignidad y de su estado. Da pena ver cómo, a veces, los ministros de Dios huyen del lugar sagrado para frecuentar sitios profanos en los que ni los seglares se hallarían sin sonrojo. Siendo hombre de Dios y de iglesia, siendo un asumido, un segregado de entre los hombres, el consagrado debe vivir principalmente en función del orden sobrenatural que está llamado a difundir mediante su ministerio. Los fieles deben poder encontrar siempre disponible a su sacerdote cuando lo buscan. Y deberían poder hallarlo en la casa de su Padre.

En fin, llegamos a la consideración del sacerdote como devoto de María y José, a semejanza de Jesús, que les estaba sujeto. La devoción mariana es la piedra de toque del genuino catolicismo. Si esto es así respecto de todo fiel lo es a fortiori referido a los sacerdotes, de los cuales María es un modelo. Si Ella no está investida de poderes sacerdotales, sí que cumplió una función que puede llamarse por analogía “sacerdotal”, puesto que hizo presente a Jesús por obra del Espíritu Santo y fue el vehículo de la santificación del Bautista (prefiguración de la gracia sacramental), obra de Jesucristo a través de sus sacerdotes. Por eso éstos deben tomar siempre como ejemplo: en su pureza, su virginidad, su obediencia, su atención a la Palabra de Dios, su espíritu de meditación, su discreción, su atención a las necesidades del prójimo, su entrega incondicional a la voluntad divina. San José es también un modelo para los consagrados: en su castidad, en su obediencia, en su disponibilidad para con Dios, en su celo providente por la Sagrada Familia, en su laboriosidad, en su rectitud. Fue él el custodio del gran misterio de la Encarnación, misterio que tiene relación directa con el de la Eucaristía, pues si por el primero Dios se hizo hombre y apareció en el mundo, por el segundo Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, se hace hostia y se queda realmente presente entre nosotros como nutrimento. El sacerdote es, pues, el custodio del misterio de la Eucaristía y, como tal, émulo de San José, el varón justo, cuyo papel en la economía de salvación está insinuado en la historia bíblica del patriarca José, que llegó a ser virrey de Faraón, rey de Egipto. San José tiene un ascendiente insospechado por su posición privilegiada, que lo hace entrar de cierto modo en el orden hipostático, al ser la Sagrada Familia trasunto de la Familia Trinitaria. De todo esto se deduce lo recomendable de que todo sacerdote viva, como el Niño Jesús, sujeto a María y José, obedeciéndoles y honrándoles en la presencia de Dios.

El sacerdote: hombre de la casa de Dios



jueves, 8 de octubre de 2009

Las principales oraciones en latín





Un amable lector nos ha hecho notar que damos por supuesto en este blog el conocimiento de las principales oraciones del cristiano en latín y tiene razón. Para subsanar esto ofrecemos a continuación el texto bilingüe de dichas oraciones, que esperemos sea de provecho para todos.



SIGNVM SANCTAE CRUCIS


Per signum Sanctae (†) Crucis, de inimicis (†) nostris, libera nos, (†) Domine Deus noster. In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen.

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos, Señor Dios nuetro. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.



PATER NOSTER


Pater noster, qui es in caelis, sanctificetur nomen tuum. Adveniat regnum tuum. Fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra. Panem nostrum quotidianum da nobis hodie, et dimitte nobis debita nostra sicut et nos dimittimus debitoribus nostris. Et ne nos inducas in tentationem, sed libera nos a malo. Amen.

Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal. Amén.



AVE MARIA

Ave Maria, gratia plena, Dominus tecum. Benedicta tu in mulieribus, et benedictus fructus ventris tui, Iesus. Sancta Maria, Mater Dei, ora pro nobis peccatoribus, nunc, et in hora mortis nostrae. Amen.

Dios te salve, Maria; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa Maria, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.



GLORIA PATRI seu DOXOLOGIA MINOR


Gloria Patri, et Filio, et Spiritui Sancto. Sicut erat in principio, et nunc, et semper, et in saecula saeculorum. Amen.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.



CREDO seu SYMBOLVM APOSTOLORVM


Credo in Deum Patrem omnipotentem, Creatorem caeli et terrae. Et in Iesum Christum, Filium eius unicum, Dominum nostrum, qui conceptus est de Spiritu Sancto, natus ex Maria Virgine, passus sub Pontio Pilato, crucifixus, mortuus, et sepultus, descendit ad inferos, tertia die resurrexit a mortuis, ascendit ad caelos, sedet ad dexteram Dei Patris omnipotentis, inde venturus est iudicare vivos et mortuos. Credo in Spiritum Sanctum, sanctam Ecclesiam catholicam, sanctorum communionem, remissionem peccatorum, carnis resurrectionem, vitam aeternam. Amen.

Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Y en Jesucristo. su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida perdurable. Amén.



SALVE REGINA


Salve Regina, mater misericordiae, vita, dulcedo, et spes nostra, salve. Ad te clamamus exsules filii Hevae. Ad te suspiramus, gementes et flentes in hac lacrimarum valle. Eia, ergo, advocata nostra, illos tuos misericordes oculos ad nos converte. Et Iesum, benedictum fructum ventris tui, nobis post hoc exsilium ostende. O clemens, O pia, O dulcis Virgo Maria.

V. Ora pro nobis, Sancta Dei Genitrix.
R. Ut digni efficiamur promissionibus Christi.

Dios te salve, reina y madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorandoen este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos; y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!

V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.



SVB TVVM PRAESIDIVM


Sub tuum praesidium confugimus, Sancta Dei Genetrix. Nostras deprecationes ne despicias in necessitatibus, sed a periculis cunctis libera nos semper, Virgo gloriosa et benedicta. Amen.

Domina nostra, Mediatrix nostra, Advocata nostra: tuo Filio nos reconcilia, tuo Filio nos commenda, tuo Filio nos repraesenta.

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies nuestras súplicas en las necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita. Amén.

Señora nuestra, Medianera nuestra, Abogada nuestra: reconcílianos con tu Hijo, encomiéndanos a tu Hijo, preséntanos ante tu Hijo.



MEMORARE


Memorare, O piissima Virgo Maria,a saeculo non esse auditum, quemquam ad tua currentem praesidia, tua implorantem auxilia, tua petentem suffragia, esse derelictum.Ego tali animatus confidentia, ad te, Virgo Virginum, Mater, curro, ad te venio, coram te gemens peccator assisto. Noli, Mater Verbi, verba mea despicere; sed audi propitia et exaudi. Amen.

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Oh madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.



AD SANCTVM IOSEPH


Virginum custos et pater, sancte Joseph, cujus fideli custodiae ipsa Innocentia Christus Jesus et Virgo virginum Maria commisa fuit; te per hoc utrumque carissimum pignus Jesum et Mariam obsecro et obtestor, ut me, ab omni immunditia praeservatum, mente incontaminata, puro corde et casto corpore Jesu et Mariae semper facias castissime famulari. Amen.

Fac nos innocuam, Ioseph, decurrere vitam. Sitque tuo Semper tuta patrocinio.


Oh custodio y padre de vírgenes San José, a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia Cristo Jesús y la Virgen de las vírgenes María. Por estas dos queridísimas prendas, Jesús y María, te ruego y te suplico me alcances que, preservado de toda impureza, sirva siempre con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

Haz, oh José, que nuestra vida transcurra tranquila y que siempre sea segura bajo tu patrocinio.


AD SACRAM FAMILIAM


Iesu, Maria, Ioseph, vobis cor et animam meam dono.
Iesu, Maria, Ioseph, adstate mihi in extremo agone.
Iesu, Maria, Ioseph, in pace vobiscum dormiam et requiescam.

¡Jesús, José y María, Os doy el corazón y el alma mía!
¡Jesús, José y María, asistidme en vida y en mi última agonía!
¡Jesús, José y María, expire en paz con Vos el alma mía!



AD SANCTVM MICHAËLEM


Sancte Michaël Archangele, defende nos in proelio ut non pereamus in tremendo iudicio.

Oh San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla para que no perezcamos en el tremendo juicio.



AD SANCTVM ANGELVM CVSTODEM


Angele Dei, qui custos es mei, Me tibi commissum pietate superna: (hodie, hac nocte) illumina, custodi, rege, et guberna. Amen.

Ángel de Dios, que eres mi custodio: ya que la piedad de lo Alto me ha confiado a ti, ilumíname, guárdame, guíame, gobiérname.



AD OMNES ANGELOS ET SANCTOS


Omnes beatorum Spirituum ordines: orate pro nobis.
Omnes Sancti et Sanctae Dei: intercedite pro nobis.

Todos los órdenes de los bienaventurados espíritus: rogad por nosotros.
Todos los Santos y Santas de Dios: intercede por nosotros.



BENEDICTIO MENSAE


Benedic, Domine, nos (+) et haec (+) tua dona quae de tua largitate sumus sumpturi. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

Iube, Domine benedicere.

(Ad prandium:) Mensae caelestis participes faciat nos, Rex aeternae gloriae. Amen.
(Ad coenam:) Ad cenam vitae aeternae perducat nos, Rex aeternae gloriae. Amen.

Bendícenos (+), Señor, y bendice (+) estos dones con los cuales seremos alimentados por tu largueza.

Manda, Señor, bendecirme

(A la comida:) Que el Rey de la gloria eterna nos haga partícipes de la mesa celestial. Amén.
(A la cena:) Que el Rey de la eterna gloria nos conduzca a la cena de la vida eterna. Amén.



PRO PAPA


Oremus pro Pontifice nostro Benedicto. Dominus conservet eum, et vivificet eum, et beatum faciat eum in terra, et non tradat eum in animam inimicorum eius.

V. Tu es Petrus.
R. Et super hanc petram aedificabo Ecclesiam meam.

Oremus. Deus, omnium fidelium pastor et rector, famulum tuum N., quem pastorem Ecclesiae tuae praeesse voluisti, propitius respice: da ei, quaesumus, verbo et exemplo, quibus praeest, proficere: ut ad vitam, una cum grege sibi credito, perveniat sempiternam. Per Christum, Dominum nostrum.
R. Amen.

Roguemos por nuestro Pontífice Benedicto. El Señor le conserve y le guarde, le haga feliz en la tierra y no permita que caiga en manos de sus enemigos.

V. Tu eres Pedro.
R. Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.

Oremos. Oh Dios, pastor y guía de todos los fieles, mira propicio a tu siervo Benedicto, a quien has querido hacer pastor y jefe de tu Iglesia; haz que con su ejemplo y su palabra aproveche a los que preside, y que en unión con la grey que te has dignado confiarle, consiga la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo. R. Amén.



PRO AGONIZANTIBVS


O Clementissime Iesu, amator animarum, obsecro te per agoniam Cordis tui sanctissimi et per dolores Matris tuae immaculatae lava in sanguine tuo peccatores totius mundi nunc positos in agonia et hodie (seu hac nocte) morituros. Amen.

Cor Iesu in agonia factum, miserere morientium.
Cor Mariae dolorossisimum, esto solacium omnibus agonizantibus.

Oh, clementísimo Jesús, Amador de las almas, suplícote por la Agonía de tu Corazón Santísimo, y por los Dolores de tu Madre Inmaculada, que laves en tu Sangre Preciosa,a todos los pecadores que estén agonizantes y hayan de morir en el día de hoy (o en esta noche).

Corazón agonizante de Jesús, tened misericordia de los moribundos.
Corazón dolorido de María, sed consuelo de todos los agonizantes.



PRO ANIMABVS DEFVNCTORVM


De profundis clamavi ad te, Domine; Domine exaudi vocem meam.
Fiant aures tuae intendentes in vocem deprecationis meae.
Si iniquitates observaveris,Domine, Domine, quis sustinebit?
Quis apud te propitiatio est, et propter legem tuam, sustinui te, Domine.
Sustinuit anima mea in verbo eius; speravit anima mea in Domino.
A custodia matutina usque ad noctem, sperat Israel in Domino.
Quia apud Dominum misericordia, et copiosa apud eum redemptio.
Et ipse redimet Israel ex omnibus iniquitatibus eius.


V. Requiem æternam dona eis, Domine.
R. Et lux perpetua luceat eis.
V. Requiescant in pace.
R. Amen.

Desde lo más profundo, yo clamo a ti, Señor, oye mi llamada.
Inclina tus piadosos oídos hacia mí y acoge mis súplicas.
Porque, si miras todos los pecados e injusticias cometidos, quién, Señor, podrá permanecer delante de Ti?
Por muy grandes que sean nuestros pecados la gracia de Dios es mucho mayor;Su mano nunca deja de ayudar por muy grande que sea el daño.Él solo es el buen pastor que redimirá a Israel de todos sus pecados.

V. Dadles, Señor, el descanso eterno.
R. Y que la luz perpetua les alumbre.
V. Que descansen en paz.
R. Amén.

sábado, 3 de octubre de 2009

Rosario Sacerdotal: Cuarto Misterio Gozoso



LA PURIFICACIÓN DE NUESTRA SEÑORA
Y LA PRESENTACIÓN DEL NIÑO EN EL TEMPLO



«Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: “Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor”. Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: “Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel”. Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: “Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el alma a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones”. Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret» (Luc. II, 22-39).

Consideremos, en primer lugar, cómo Jesús, María y José eran exactos cumplidores de la Ley de Moisés y de los ritos establecidos por ella. El Hijo de Dios hecho hombre, Autor de la Ley, estaba por encima de la Ley. La Santísima Virgen no necesitaba purificarse, siendo Ella toda limpia y hermosa, Virgen Inmaculada y Madre virgen, cuya integridad no sufrió menoscabo ni antes ni durante ni después de su divino parto. Sin embargo, ambos se someten a lo establecido por la religión judaica. El Niño Jesús es presentado en el Templo, ofrecido a Dios como primicia (como primogénito) mediante una ofrenda de substitución consistente en dos tórtolas o pichones. Primera reflexión para el sacerdote: debe ser cumplidor escrupuloso de la Ley de Dios y de los Preceptos de la Iglesia y muy respetuoso de las ceremonias sagradas. A veces, los propios sacerdotes, que deberían amar su oficio de liturgos, son los primeros en no dar importancia a las reglas que rigen el culto divino. Deberían en cambio tomar ejemplo de los grandes amigos de Dios, como Santa Teresa, que decía que daría la vida por la menor de las rúbricas.

Otro pensamiento inspirado en este misterio es que, mediante la ordenación, el sacerdote es separado, segregado, apartado para Dios y su santo servicio. Como Jesús, debe presentarse en el Templo y ofrecerse al Señor como primicia, en calidad de primogénito espiritual de los hombres, puesto para interceder entre éstos y su Creador. El sacerdote no es un hombre como todos; es un hombre-sacerdote, con un plus ontológico que le viene precisamente de su consagración a Dios por el carácter indeleble que en él imprime el orden sagrado. Este sacramento produce en él una gracia peculiar que se llama “unitiva”, porque le une de un modo especialísimo a Cristo, en cuya persona actúa cada vez que celebra la Santa Misa y dispensa la gracia. No es casual que el 2 de febrero, cuando se celebra la Presentación, sea el día escogido generalmente para la entrada en la clericatura en muchos institutos apostólicos y religiosos. Pero para poder ofrecerse a Dios y consagrarse a Él, el sacerdote debe purificarse y para ser ofrenda agradable como las dos palomas de las que habla el texto evangélico y que simbolizan la sencillez, la pureza, la mansedumbre, virtudes que deben adornar a todo consagrado. Aún más, debe tomar como ejemplo a la Virgen Inmaculada, la hermosísima Paloma en la que se complace la Trinidad.

El sacerdote es, como Jesucristo, “signo de contradicción”. No puede ser de otra manera: no es mayor el discípulo que el maestro, y si al Hijo de Dios lo persiguieron, también lo harán con los suyos. Cristo es incómodo con su mensaje y con la predicación del Reino de Dios, que va contracorriente de las expectativas e ideales del mundo. Hoy la Iglesia es también incómoda en una sociedad cada vez más alejada de Dios, más escéptica, más laxa y permisiva, más relativista. Los sacerdotes, en consecuencia, son también incómodos, porque su sola presencia es una afirmación de los valores de la religión sobre los ilusorios valores mundanos, políticamente correctos pero tan alejados de la Ley de Dios. Sobre todo, si se presentan como signos visibles, como símbolos vivientes y estandartes de la fe católica. Por eso es importante que de algún modo se distingan del resto, mediante el traje eclesiástico, llevado sin vanidad pero con dignidad y que denota su consagración y los hace reconocibles a todos. Deben ser luz para iluminación de las gentes. No deben esconderse bajo el celemín, sino alumbrar para que todos puedan alcanzar la salvación. El ejemplo del sacerdote es tanto más importante cuanto que de él muchas veces puede depender “el triunfo y caída de muchos”. Un sacerdote que es causa de escándalo por su mal ejemplo es una desgracia para la Iglesia, aunque su ministerio sea perfectamente válido.

Las figuras de Simeón y Ana, profetas y heraldos de Jesucristo, son también un modelo para los sacerdotes. Como Simeón, debe estar siempre vigilante y anhelar la llegada del Señor: la espiritual cada día con la Santa Misa, que debe preparar con gran devoción, y la escatológica, estando siempre bien dispuesto para su encuentro con Dios en la hora de la muerte. Como la profetisa Ana, debe ser un entusiasta predicador de Jesucristo, que hable de Él a todos para que le conozcan y se salven por su gracia. También como esta venerable anciana, debe ser una persona apegada a su iglesia, al sagrario y ser hombre de penitencia y de oración. Porque la penitencia y la oración son el alma de todo apostolado.

El sacerdote: hombre consagrado a Dios

jueves, 1 de octubre de 2009

MES DE OCTUBRE EN HONOR DEL SANTÍSIMO ROSARIO






EL SANTO ROSARIO EN LATÍN


Como ya muchos conocen el modo de rezar el Santo Rosario en lengua vernácula y existen innumerables sitios en los que se pueden encontrar diversos métodos, hemos querido comenzar el mes de Octubre ofreciendo a nuestros lectores las fórmulas de esta magnífica devoción en latín. Conviene sobre todo a sacerdotes, religiosos y seminaristas, pero también puede servir para ilustrar la piedad de los seglares.

Incipit Sancti Rosarii recitatio

Per signum (†) Sanctae Crucis, de inimicis (†) nostris, libera nos (†), Deus noster. In nómine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti. Amen.

Spiritus Sanctus invocatur:

Antiphona. Veni, Sancte Spiritus, reple tuorum corda fidelium, et tui amoris in eis ignem accende.

V. Emitte Spiritum tuum et creabuntur.
R. Et renovabis faciem terrae.

Oremus. DEUS, qui corda fidelium Sancti Spiritus illustratione docuisti: da nobis in eodem Spiritu recta sapere, et de eius semper consolatione gaudere. Per Christum Dominum nostrum. R. Amen.

Actus contritionis: O mi Domine Iesu, verus Deus et Homo verus, Creator, Pater et Redemptor meus, in qui credo et spero et quem super omnia diligo: me poenitet ex toto corde propter peccata mea quia Tu Deus bonus es ac me poenis inferni punire potes, et Tua gratia adiuvante emendationem in futuris polliceor. Amen.


Formula Rosarium offerendi: Domine Deus noster, dirige et educ omnes nostras cogitationes, verba, affectus, opera et desideria ad maiorem Tuum honorem et gloriam. Et Te, Virgo beatissima, a Filio Tuo largire ut attente ac devote hanc coronam Sanctissimi Tui Rosarii recitemus, quam pro Sanctae Matris Ecclesiae atque nostris necessitatibus tam spiritualibus quam temporalibus offerimus, necnon et pro bono vivorum et suffragio defunctorum gratulationis Tuae ac maioris nostrae obligationis.

Maria, Mater gratiae, Mater misericordiae: Tu nos ab hoste protege et hora mortis suscipe.

V. Dignare me laudare Te, Virgo sacrata.
R. Da mihi virtutem contra hostes tuos.

Mysteria hodie contemplanda gaudiosa – luminosa – dolorosa – gloriosa sunt.

Post enuntiationem omni mysterii Pater, decies Ave et Gloria Patri dicuntur.

In fine singuli mysterii: O mi Iesu, peccata nostra dimitte nobis, ab igne inferni defende nos; perduc in coelum onmium animas, eorum imprimis qui maxime misericordia Tua indigent.





Gaudii Mysteria

I. Incarnatio Verbi Dei ex Spiritu Sancto in sinu Virginis Mariae.
II. Visitatio Beatae Mariae Virginis ad Elisabeth.
III. Nativitas Filii Dei in Bethlehem Iuda.
IV. Purificatio Beatae Mariae Virginis et Presentatio Pueri in Templo.
V. Inventio Pueri in Templo in medio Legis doctorum.


Lucis Mysteria

I. Baptisma Iesu Christi a Ioanne praecursore apud Iordanem.
II. Miraculum ad nuptias in Cana Galilaeae.
III. Proclamatio Regni Dei et invitatio ad conversionem.
IV. Transfiguratio Iesu Christi super montem Thabor.
V. Institutio Sanctissimae Eucharistiae Sacrificii et Sacramenti.


Doloris Mysteria

I. Oratio Iesu Christi in horto Gethsemani super monten Olivarum.
II. Flagellatio Iesu Christi ad columnam.
III. Coronatio spinarum.
IV. Sanctae Crucis baiulatio.
V. Divini Salvatoris nostri crucifixio, mors et sepultura.


Gloriae Mysteria

I. Resurrectio Iesu Christi a mortuis.
II. Ascensio Iesu Christi in coelos.
III. Missio Spiritus Sancti Paraclyti as Apostolos.
IV. Gloriosa Beatae Mariae Virginis in coelum Assumptio.
V. Coronatio Beatae Mariae Virginis Regina coelorum in terris.


Gratiarum actio: Gratias innumeras agimus Tibi, Augusta Principissa, propter omnia beneficia a munificentissima manu Tua accepimus: dignare, Domina nostra, nos sub Tua protectione et refugio semper conservare, ad quem dicimus Tibi:

Antiphona. Salve, Regina, mater misericordiae, vita, dulcedo, et spes nostra, salve. Ad te clamamus exsules filii Hevae. Ad te suspiramus, gementes et flentes in hac lacrimarum valle. Eia, ergo, advocata nostra, illos tuos misericordes oculos ad nos converte. Et Iesum, benedictum fructum ventris tui, nobis post hoc exsilium ostende.

V. Ora pro nobis, sancta Dei Genetrix.
R. Ut digni efficiamur promissionibus Christi.

Oremus. Deus cujus Unigénitus per vitam, mortem et resurrectiónem suam nobis salútis aeternae praemia comparávit: concéde, quaesumus; ut, haec mystéria sacratíssimo beátae Mariae Virginis Rosário recoléntes, et imitémur quod cóntinent, et quod promíttunt, assequámur. Per eúndem Christum Dóminum nostrum. R. Amen.





LITANIAE LAVRETANAE BEATAE MARIAE VIRGINIS

Adprobatae a Sixto PP V cum bulla Reddituri 11 iulii A.Dni. 1587



Kyrie eleison
Christe eleison
Kyrie eleison
Christe, audi nos
Christe, exaudi nos
Pater de coelis, Deus, miserere nobis
Fili, Redemptor mundi, Deus, miserere nobis
Spiritus Sancte, Deus, miserere nobis
Sancta Trinitas, unus Deus, miserere nobis
Sancta Maria, ora pro nobis
Sancta Dei Genitrix, ora pro nobis
Sancta Virgo virginum, ora pro nobis
Mater Christi, ora pro nobis
Mater Ecclesiae, ora pro nobis
Mater Divinae Gratiae, ora pro nobis
Mater purissima, ora pro nobis
Mater castissima, ora pro nobis
Mater inviolata, ora pro nobis
Mater intemerata, ora pro nobis
Mater immaculata, ora pro nobis
Mater amabilis, ora pro nobis
Mater admirabilis, ora pro nobis
Mater boni consilii, ora pro nobis
Mater Creatoris, ora pro nobis
Mater Salvatoris, ora pro nobis
Virgo prudentissima, ora pro nobis
Virgo veneranda, ora pro nobis
Virgo praedicanda, ora pro nobis
Virgo potens, ora pro nobis
Virgo clemens, ora pro nobis
Virgo fidelis, ora pro nobis
Speculum iustitiae, ora pro nobis
Sedes sapientiae, ora pro nobis
Causa nostrae laetitiae, ora pro nobis
Vas spirituale, ora pro nobis
Vas honorabile, ora pro nobis
Vas insigne devotionis, ora pro nobis
Rosa Mystica, ora pro nobis
Turris davidica, ora pro nobis
Turris eburnea, ora pro nobis
Domus aurea, ora pro nobis
Foederis arca, ora pro nobis
Ianua Caeli, ora pro nobis
Stella matutina, ora pro nobis
Salus infirmorum, ora pro nobis
Refugium peccatorum, ora pro nobis
Consolatrix afflictorum, ora pro nobis
Auxilium christianorum, ora pro nobis
Regina angelorum, ora pro nobis
Regina patriarcharum, ora pro nobis
Regina prophetarum, ora pro nobis
Regina apostolorum, ora pro nobis
Regina martyrum, ora pro nobis
Regina confessorum, ora pro nobis
Regina virginum, ora pro nobis
Regina sanctorum omnium, ora pro nobis
Regina sine labe originale concepta, ora pro nobis
Regina in caelum assumpta, ora pro nobis
Regina Sacratissimi Rosarii, ora pro nobis
Regina familiae, ora pro nobis
Regina pacis, ora pro nobis
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, parce nobis, Domine
Agnus Dei qui tollis peccata mundi, exaudi nos, Domine
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, miserere nobis


Antiphona. Sub tuum praesidium confugimus, Sancta Dei Genetrix: nostras deprecationes ne despicias in necesitatibus, sed a periculis cunctis libera nos semper, Virgo gloriosa et benedicta.

V. Ora pro nobis, Sancta Dei Genetrix.
R. Ut digni efficiamur promissionibus Christi.

Oremus. Concede nos, fámulos tuos quaésumus Dómine Deus, perpetua mentis et córporis sanitáte gaudére, et gloriósa beatae Maríae semper Vírginis intercessione, a praesenti liberári tristitia, et aeterna pérfrui laetitia. R. Per Christum Dóminum nostrum. R. Amen.


Ad Sanctum Ioseph Leonis PP XIII precatio pro mense octobris: Ad Te, beate Ioseph, in tribulatione nostra confugimus, atque, implorato Sponsae tuae sanctissimae auxilio, patrocinium quoque tuum fidenter exposcimus. Per eam, quaesumus quae te cum immaculata Virgine Dei Genetrice coniunxit, caritatem, perque paternum, quo Puerum Iesum amplexus es, amorem, supplices deprecamur, ut ad hereditatem, quam Iesus Christus acquisivit Sanguine suo, benignus respicias, ac necessitatibus nostris tua virtute et ope succurras. Tuere, o Custos providentissime divinae Familiae, Iesu Christi subolem electam; prohibe a nobis, amantissime Pater, omnem errorum ac corruptelarum luem; propitius nobis, sospitator noster fortissime, in hoc cum potestate tenebrarum certamine e caelo adesto; et sicut olim Puerum Iesum e summo eripuisti vitae discrimine, ita nunc Ecclesiam sanctam Dei ab hostilibus insidiis atque ab omni adversitate defende: nosque singulos perpetuo tege patrocinio, ut ad tui exemplar et ope tua suffulti, sancte vivere, pie emori, sempiternamque in caelis beatitudinem assequi possimus. R. Amen.


Ad mentem Romani Pontificis precamur ut omnes indulgentias Sanctissimo Beatae Mariae Virginis Rosario concessas consequamur: Pater, Ave, Credo.

Et fidelium animae, per misericordiam Dei, requiescant in pace. Amen.

V. Nos, cum prole pia.
R. Benedicat Virgo Maria.

Et sic Rosarium terminatur.




HIMNO AL ROSARIO EN ESPAÑOL


Viva María, viva el Rosario,
viva Santo Domingo, que lo ha fundado.

El demonio a la oreja
te está diciendo:
no reces el Rosario
sigue durmiendo.

Viva María, viva el Rosario,
viva Santo Domingo, que lo ha fundado.

Quien quiera bendiciones,
paz y alegría,
rezar debe el Rosario
todos los días.

Viva María, viva el Rosario,
viva Santo Domingo que lo ha fundado.

Los dieces del Rosario
son la escalera
para subir al cielo
las almas buenas.

Viva María, viva el Rosario,
viva Santo Domingo que lo ha fundado.

Devoto de María:
si gracias quieres
rezarás el Rosario
y nunca peques.

Viva María, viva el Rosario,
iva Santo Domingo que lo ha fundado.

El Rosario a María
todos debemos
rezarle cada día
para ir al cielo.

Viva María, viva el Rosario,
viva Santo Domingo que lo ha fundado.