martes, 17 de febrero de 2009

17 DE FEBRERO: LA HUÍDA DE LA SAGRADA FAMILIA A EGIPTO



En 1962 el beato Juan XXIII publicó la última edición típica del Missale Romanum anterior de la puesta en marcha de las reformas postconciliares. Lo hizo para incorporar su motu proprio Rubricarum instructum de 25 de julio de 1960, por el cual había aprobado un nuevo código de rúbricas para el Misal y el Breviario. A la verdad, hacía falta una simplificación de éstas debido a la complejidad e intrincamiento a que habían llegado con detrimento de la atención del sacerdote a lo que celebraba y recitaba. También los fieles experimentaban dificultad en seguir los sagrados misterios en sus misales manuales. Se llegaban a acumular varias conmemoraciones en una misma misa o un mismo oficio, de tal manera que se hacía fatigoso registrar los libros litúrgicos y se estaba más atento a no equivocarse en el orden de aquéllas que al rezo mismo. Fue, pues, en principio, saludable el cambio ordenado por el papa Roncalli (querido por Pío XII, el cual en 1957 ya había aligerado el código de rúbricas, dejando para más adelante una completa revisión, que fue la que llevó a cabo su sucesor).

Ya no fueron tan ventajosas otras modificaciones que se introdujeron, como la reducción drástica de octavas y vigilias (se podrían haber reducido razonablemente, pero quitar, por ejemplo, las octavas a ciertas festividades de importancia como Epifanía, Corpus, la Inmaculada o la Asunción parecía demasiado) y la supresión de ciertas misas y oficios. Entre las víctimas de la implacable poda estuvo una serie de misas relativas a misterios de la Vida y Pasión de Jesucristo, colocadas en determinados días entre el Tiempo después de Epifanía y el de Pasión bajo la clasificación pro aliquibus locis (para algunos lugares). Se trataba de formularios concedidos para ciertas diócesis, pero que podían tomarse también como misas votivas según la devoción del sacerdote o por encargo de los fieles. Así tenemos: los Desposorios de la Santísima Virgen, la Huída a Egipto, la Oración de Jesús en el Huerto, la conmemoración de la Pasión, la Sagrada Corona de Espinas, la Santa Lanza y los Santos Clavos, la Sábana Santa, las Cinco Llagas y la Sangre Preciosa de Jesús. Hoy nos queremos referir a la segunda de las misas referidas, que se celebraba el 17 de febrero: la Fuga de Jesús, María y José a Egipto (1).

El misterio evocado por esta festividad –en estrecha relación con la de la Epifanía y la de los Santos Inocentes– está relatado por el evangelista san Mateo en dos pasajes: en el primero (II, 13-15) se le aparece un ángel en sueños a san José ordenándole marcharse de Belén con el Niño y su Madre a Egipto porque el rey Herodes busca matar a Jesús, lo que el santo patriarca cumple; en el segundo (II, 19-23) vuelve a aparecérsele el ángel, esta vez para indicarle que retornen a Israel por haber muerto Herodes. San José, empero, no vuelve a Belén, sino que va directamente a Nazaret, en Galilea, por temor a Arquelao, el hijo y sucesor de Herodes en Judea. En el intermedio ocurre la matanza de los Inocentes, ordenada por éste al verse burlado por los Reyes Magos, advertidos en sueños de la estratagema del monarca para localizar a Jesús y darle muerte.

Los evangelios apócrifos de Infancia adornaron el relato canónico con hermosas historias, que pueden ser piadosamente creídas no en su literalidad pero sí en el sentido profundo que encierran: el milagro del trigo, que creció milagrosamente para esconder a los fugitivos de los esbirros de Herodes; el de la palma datilera, que inclinó su copa hasta el alcance de la Virgen para ofrecerle sus frutos y desde entonces se convirtió en símbolo y premio del justo; el prodigio de los leones y los leopardos, que escoltaron a la Sagrada Familia en su camino por el desierto; en fin, el de la caída de los ídolos de los egipcios apenas el Niño hubo penetrado con sus padres en un templo pagano. Todas estas narraciones enseñan cosas óptimas como la solidaridad con el perseguido y desterrado, la caridad que debe dispensársele, la protección intrépida que merece por nuestra parte contra sus opresores y que todo ha de hacerse por amor de Jesús, que es lo que hace meritorias nuestras buenas acciones.

Ya en el Antiguo Testamento Dios se muestra compasivo con el extranjero (advenas), junto con el huérfano y la viuda: “El Señor protege al forastero y sostiene al huérfano y a la viuda, pero frustra los planes de los impíos” (Ps CXLV, 8). Un ángel enviado del cielo socorre a Agar y su hijo Ismael, que habían sido expulsados de la casa de Abraham por Sara. Lot se prodiga ante los sodomitas para que no hagan daño a sus visitantes extranjeros (que resultan ser ángeles). El Señor dice a Moisés: “No maltrates ni oprimas a los extranjeros, pues también tú y tu pueblo fuisteis extranjeros en Egipto” (Ex XXIII, 9). La Iglesia siempre practicó la defensa y protección de los perseguidos, los proscritos, los desterrados, los exiliados y todos los desplazados por diversos motivos (recuérdese el derecho de asilo). Los puso, además, bajo la protección de la Santísima Virgen, que precisamente había padecido el destierro de Egipto. Conocidas son sus hermosas advocaciones como Consolatrix afflictorum (Consuelo de los afligidos), Auxilium christianorum (Auxilio de los cristianos), Mater desertorum (Madre de los Desamparados) y Mater de Perpetuo Succursu (Madre del Perpetuo Socorro), que hacen especial referencia a los cuidados que la Madre de Dios prodiga a los que sufren el acoso de los prepotentes y el mordisco de la adversidad.

La festividad de la Huída de Nuestro Señor Jesucristo a Egipto (Fuga D.N.I.C. in Aegyptum) es hoy más actual que nunca, en una época en la que existe un número de personas desplazadas sin precedentes: los unos, perseguidos por las tiranías que aherrojan sus países; otros, buscando para ellos y sus familias un porvenir que no les ofrece la patria; poblaciones enteras que escapan del exterminio puro y simple de regímenes genocidas; víctimas de la persecución religiosa (especialmente contra los cristianos) y del terrorismo en todas sus formas. Con los extranjeros, además, nuestra sociedad permite que se ceben dos lacras terribles: la prostitución y el infraempleo. Individuos y mafias esclavizan a mujeres inmigrantes forzándolas al meretricio para lucrar con su desgracia. Los indocumentados también sufren de la codicia de empresarios a los que sale más barato emplear esta mano de obra indigente por un salario ínfimo y sin los beneficios sociales de la contratación normal, cosa que constituye uno de los pecados que claman venganza al cielo. Los derechos humanos de esta pobre gente son pisoteados sin más, como tantas otras violaciones de tales derechos. Y ello ocurre por el olvido o desprecio de nuestros deberes, los que Dios ha grabado en la naturaleza y que se hallan expresados en el Decálogo y resumidos en la Regla de Oro. Si cumpliéramos cabalmente los Mandamientos y acatáramos la regla del Amor, ésa sería la mejor salvaguarda de los derechos humanos.

En el día de hoy, al recordar que la Sagrada Familia también fue perseguida, proscrita y emigrante, pensemos en todos aquellos que hoy sufren y mueren al huir de las adversidades y buscar paz, seguridad y una vida mejor en tierra extraña. Espectáculos tan desgarradotes como el de la patera hundida en Lanzarote con un trágico saldo de muertos (en su mayoría niños) debe ser un aldabonazo a nuestras conciencias para ser más generosos de nuestras oraciones y nuestros recursos. Encomendemos a la misericordia de Dios a tanto desdichado y colaboremos en la medida de nuestras posibilidades con la caridad que la Iglesia despliega a su favor. Pero no olvidemos que la raíz del problema está en el desorden moral de los individuos y de las sociedades. Cuando la economía y la política priman sobre la moral y cuando esta moral está desgajada de Dios, todo está permitido y no hay frenos a la tiranía y a la explotación del hombre por el hombre. Si hubiera un orden social cristiano y un orden internacional basado en el derecho y la Ley natural, no habría la acuciante necesidad para muchos de emigrar o, peor, simplemente de escapar para salvar la vida. Invoquemos a Jesús, María y José para que amparen a tantas familias divididas por una forzada ausencia o rotas por la desgracia. Y nosotros mismos, pongámonos bajo su protección para que sepamos huir de nuestros enemigos espirituales, aquellos que buscan matarnos el alma. Pronunciemos muchas veces la triple jaculatoria:

Iesu, Maria, Ioseph: vobis cor at animam mean dono
Iesu, Maria, Ioseph: adstate mihi in extremo agone.
Iesu, Maria, Ioseph: in pace vobiscum dormiam et requiescam.

Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.
Jesús, José y María, expire en paz con vosotros el alma mía.



MISSA FUGAE D.N.I.C. IN AEGYPTUM


Ofrecemos a continuación los textos del propio de la Misa de la Huída a Egipto:

Introitus (Matth. II, 13)

ANGELUS Dómini appáruit in somnis Joseph, dicens: Surge, et áccipe púerum et matrem ejus, et fuge in AEgýptum. (Ps. LIV, 8) Ecce elongávi fúgiens: et mansi in solitúdine. V. Glória Patri. Angelus Domini…

Oratio

PROTÉCTOR in te sperántium, Deus, qui Unigénitum tuum Redemptórem nostrum ex Heródis gládio, fuga in AEgýptum, erípere voluísti: concéde nobis fámulis tuis, beatíssima semper Vírgine ejus matre María intercedénte ; ut, ab ómnibus mentis et córporis perículis liberáti, ad caeléstem pátriam perveníre mereámur. Per eúmdem Dóminum… R. Amen.


Epistola (Isai. XIX, 20-22)

Léctio Isaíae Prophétae.
IN diébus illis: Clamábunt ad Dóminum a fácie tribulántis, et mittet eis salvatórem et propugnatórem, qui líberet eos. Et cognoscétur Dóminus ab AEgýpto, et cognóscent AEgýptii Dóminum in die illa, et colent eum in hóstiis, et in munéribus, et vota vovébunt Dómino, et solvent. Et percútiet Dóminus AEgýptum plaga, et sanábit eam: et reverténtur ad Dóminum, et placábitur eis, et sanábit eos Dóminus Deus noster.

Graduale (Ps. XC, 11-12)

Angelis suis mandávit de te: ut custódiant te in ómnibus viis tuis. V. In mánibus portábunt te, ne umquam offéndas ad lápidem pedem tuum.

Allelúja

Allelúja, allelúja. V. (Matth. II, 13) Angelus Dómini appáruit in somnis Joseph, dicens: Surge, et áccipe púerum et matrem ejus, et fuge in AEgýptum. Allelúja.

In Missis votivis post Septuagesimam, omissis Allelúja et Versu sequenti, dicitur

Tractus (Matth. II, 13)

Angelus Dómini appáruit in somnis Joseph, dicens: Surge, et áccipe púerum, et matrem ejus, et fuge in AEgýptum. V. Et esto ibi usque dum dicam tibi. V. Futúrum est enim ut Heródes quaerat púerum ad perdéndum eum.



Tempore autem Paschali, omittitur Graduale, et ejus loco dicitur


Allelúja , allelúja. V/ (Matth. II, 13) Angelus Dómini appáruit in somnis Joseph, dicens: Surge, et áccipe púerum et matrem ejus, et fuge in AEgýptum. Allelúja. V. Et esto ibi usque dum dicam tibi. Allelúja.

Evangelium (Matth. II, 13-15)

+ Sequéntia sancti Evangélii secúndum Matthaéum.
IN illo témpore: Angelus Dómini appáruit in somnis Joseph, dicens: Surge, et áccipe púerum, et matrem ejus, et fuge in AEgýptum, et esto ibi usque dum dicam tibi. Futúrum est enim ut Heródes quaerat púerum ad perdéndum eum. Qui consúrgens accépit púerum, et matrem ejus nocte, et secéssit in AEgýptum: et erat ibi usque ad óbitum Heródis: ut adimplerétur quod dictum est a Dómino per prophétam dicéntem: Ex AEgýpto vocávi Fílium meum. (Credo)

Offertorium (Isai. 19, 21)

Cognoscétur Dóminus ab AEgýpto, et cognóscent AEgýptii Dóminum in die illa, et colent eum in hóstiis et in munéribus, et vota vovébunt Dómino, et solvent.

Secreta

LAUDIS tibi, Dómine, hóstias immolámus, supplíciter deprecántes: ut, qui cum beatíssima matre Vírgine María in AEgýptum exsul deférri voluísti ; éxsules nos, eádem beáta Vírgine intercedénte, ad caeléstem pátriam benígnus perdúcas: Qui vivis et regnas... R. Amen.

Praefatio de Nativitate

Communio (Matth. II, 15)

ET erat ibi usque ad óbitum Heródis: ut adimplerétur quod dictum est a Dómino per prophétam dicéntem: Ex AEgýpto vocávi fílium meum.

Postcommunio

LARGÍRE sénsibus nostris, omnípotens Deus: ut per temporálem Fílii tui fugam, quam mystéria veneránda testántur, vitam te nobis dedísse perpétuam confidámus. Per eúmdem Dóminum... R. Amen.


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(1) De todos modos, aunque la Instrucción De calendaris particularibus de 14 de febrero de 1961 (siguiendo el espíritu del motu proprio de 1960), declaraba suprimidas estas y otras fiestas (Traslación de la Santa Casa de Loreto, Expectación del Parto, Corazón Eucarístico de Jesús, Humildad de María, y Pureza de María), se indicaba que podían conservarse allí donde tuvieran un arraigo especial, como lo es el caso de la Expectación del Parto, tan popular en España bajo el nombre de la Virgen de la Esperanza. De modo que, en cierta forma, no han desaparecido del todo de la liturgia de la Iglesia y deberían fomentarse.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Es cierto que debía hacerse una "poda" y revisión del santoral y por eso no lamento que se haya sacado esta fiesta. Si es lamentable que este formulario, y los otros que mencionan, no se hayan mantenido como Misas Votivas. Además, hubiera sido muy apropiado "completarlos" (se ponía mucho el acento en el nacimineto y la pasión y poco en la Pascua: no había, por ejemplo, fiestas de "aparición a Magdalena" o "Aparición a los discípulos de Emaús", etc). Volviendo al tema, es muy bueno encontrar estos formularios ¿Podrían subir los demás que mencionaban?